31.7.10

Pobre Ben 10

Ricky Gutman

Esto ocurre en las vidrieras de San Cristóbal ante la mirada de las autoridades y nadie hace nada. ¿Dónde está UNICEF cuándo se lo necesita? ¿eh?

28.7.10

Tenue justificación ante la demora en la entrega de una nota

Ricardo Gutman


Para Gabriela y Alicia, que les sobra la paciencia.


Antes, cuando llovía, me daba por escribir. Hoy, cuando llueve, me da por mirar la lluvia. Y escucharla como suena entre el follaje, cuerda vocal del agua que cae en el viento. Cuando digo antes estoy hablando, como mínimo, diez años atrás, quizás no tanto. Cuando digo hoy estoy hablando del pasado lunes. Nombrar el día no me excusará pero confío en que hará más comprensible mi demora.
Muchas cosas han cambiado en mí desde entonces y otras han permanecido intactas, es probable que la combinación de estos factores hayan configurado de manera solapada la demora de la que estamos al tanto.
Lo hermoso y lo mundano se confabulan de maneras misteriosas. Lo más probable sea que antes, cuando se cortaba la luz, no tenía computadora y hoy, años después, muchos años después, en lo que escribir en teclado se ha vuelto la única forma de escribir, no sé que hacer cuando se corta el fluido eléctrico.
Mi dependencia del teclado y del Word se basa exclusivamente en mi incapacidad de organizarme. No es que reniegue del lápiz y el papel, siguen teniendo para mí esa magia intrínseca que tenían en esos comienzos y continúan así hasta el día de hoy, sino que indefectiblemente todo lo que he escrito en papel se ha perdido por ahí, sea un papel suelto o un cuaderno, simplemente desaparecían y seguirán desapareciendo. Incluso hasta me han robado borradores. De alguna manera el ordenador se ha vuelto una “ezpecie” de garantía, al decir del Guille, aunque no del todo seguro pero mucho más fiable que mi frágil memoria.
También es importante la ventana de mi dormitorio-estudio-biblioteca. Antes no estaba. Había otra cosa. Antes en vez de esta cosa de madera con postigos mal instalada yo tenía una persiana cuyos vidrios esmerilados estaban burdamente pintados de marrón con la intención de mitigar el reflejo matutino del sol que entraba apenas salía. El correr del tiempo hizo que la pintura se descascarase y por los agujeros entrasen los rayos de la mañana. Era hermoso ver las cosas que se dibujaban en el interior de la pieza por capricho de la luz. Esa persiana no se abría de manera completa, sino que los parasoles se inclinaban, vencidos por el uso, hacia abajo. Eso me permitía en numerosas ocasiones contemplar la lluvia desde la ventana de mi pieza, ya que las gotas rebotaban en el vidrio pero de manera descendente, hacia fuera. Si la lluvia duraba horas yo me quedaba horas.
Lo mejor ocurría por la noche, cuando a riesgo de una reprimenda de mi madre yo apagaba todas las luces del patio de entrada a mi casa y sólo quedaba la del alumbrado público, que ingresaba en tímidas ráfagas en medio de la oscuridad dibujando las gotas como si fuesen perlas caídas del cielo. En ese entonces las paredes exteriores de mi casa estaban pintadas de blanco y las gotas que caían sobre las paredes y los tapiales conformaban un espectáculo único, una pared de perlas refulgente ostentando sublime majestad que parecían gotas, que se comportaban como gotas pero que eran perlas, y el contrapiso de mi patio de entrada era como los arrozales chinos a la luz de luna; espectáculo solo visible desde la parte superior de mi cucheta, que hoy tampoco está. Es esa imagen, ese tiempo, esa posibilidad de dejar pasar las horas y los libros lo que recuerdo cada vez que me pongo a contemplar la lluvia. Y hoy ya no tengo cucheta, ni persiana ni color blanco en las paredes. La verdad, se extraña.
No me puedo olvidar del desagüe de los techos y eso también ha cambiado para males. Antiguamente las canaletas del desagüe eran de esas canaletas comunes, de chapas, redondas, pero el tiempo y sus inclemencias fueron haciéndolas cada vez más obsoletas, hecho que derivó en su posterior reemplazo por un modelo más nuevo y brillante, de esos cuadrados que tan bien quedan a la vista y debo decir que sólo a la vista quedaron bien. En su momento las antiguas canaletas cumplían su función pero la chapa se deterioró sensiblemente, por más que las hojas de los lapachos de la coca fuesen a parar ahí la velocidad del agua se encargaba de limpiarlas, en cambio estas que tengo ahora están mal instaladas e incluso ahora que los lapachos de la coca han pasado a mejor vida ni siquiera permiten el desagüe, se  rebalsan de nada porque no tienen la inclinación correcta para que el agua fluya y el espacio entre el borde del techo y la canaleta es irrisorio; si se intenta limpiar bien puede cualquier mortal cortarse un dedo ya que es imposible meter la mano.
Todas estas cuestiones hicieron que, posterior a la inundación del dormitorio de mi hermana por la pared debido a ese trabajo mal hecho, se realizase una incisión tipo rectangular en uno de los lados de la canaleta debajo de la caída de mi techo para acelerar la descarga y lo que bien puede considerarse una pequeña catarata descarga su violencia en el borde inferior de mi ventana por lo que es imperioso cerrarla para que no se me inunde la pieza, se moje el revoque y la cama sirva para dormir. Es así que desde hace un tiempo no puedo ver la lluvia caer desde mi pieza, las ventanas están obligatoriamente cerradas y mi casa ya no respira por donde respiraba antes.
Sabrá comprender que hay cosas que no puedo controlar por mí mismo y otras que no puedo realizarlas debido a la escasez de dinero así que como podrá ver me es imperioso ver la lluvia caer cada vez que puedo. En una especie de regresión a mi infancia, ahora lo hago acostado cerca de los dinteles de la puerta, como cuando leía las historietas de mi tío Osvaldo a la siesta; para no molestar. Esa es la primera opción, si no se puede cualquier ventana sirve, menos la de mi dormitorio. O bien la galería de mi vecino en plena vereda. Si aceptamos que todo tiene que ver con todo sabrá entender que a mi parecer no es la única cosa que ha cambiado en los últimos años, he incorporado otras que tendré el buen tino de explicarle de manera más detallada. Usted ya me conoce, y me sufre, creo que podrá entender.

II
Guillermo llegó cuando la lluvia ya estaba instalada, fino entre las gotas, y yo tirado en el suelo de la oficina, con la puerta abierta, rogando que entrase un poco de aire fresco, viendo como poco a poco el agua cubría la entrada en pequeñas gotas, ínfimas pero porfiadas, conformando el charco y salpicando mi nariz. Primero fueron unos pasos y después entró Guille, en ese orden, quejándose de la lluvia que lo había sorprendido camino a la oficina. Yo me reí para adentro, como generalmente hago, pensando en la imposibilidad del caso, como si el Guille pudiese mojarse. Al parecer la risa no fue el común gruñido entre dientes que me imaginaba sino más bien algo más sonoro bien parecido a una risita tímida que alertó a mi hermano, increpándome. Ni él ni yo nos hicimos caso. No me molesté en explicarme. El tampoco me pidió una explicación.
La luz se había cortado y Guillermo vino igual, presuroso ante mi llamada, como siempre hace. Sabe, me conoce, por eso está siempre que lo llamo. Esas cualidades tan desarrolladas en su persona son mi principal falencia. Yo no me quería mover y el vino apenas se lo pedí.
El flaco me hizo el favor de traerme su pen drive para enviar la nota a la redacción de la página porque en esta computadora no funcionaba internet y quería guardarla para llevarla a casa así completaba la entrega más o menos en tiempo y forma, más en forma que en tiempo. Cuando llegó el Guille la luz ya estaba cortada y la única claridad del lugar entraba por el marco de la puerta. El charquito de la puerta seguía creciendo chispazo a chispazo, mojando los mosaicos.
El Guille fue al baño y se secó la cabeza, volvió al recibidor y me pidió que me levantase del suelo. Yo ni me moví. “¿Hace cuánto que se cortó la luz?” me pregunta el flaco. “Hace unos diez minutos” le respondí. “Entonces cuando vuelva lo cargás y listo”. “No sé”. “¿Qué no sabés?” me dice fijándome los ojos. “Si lo voy a poder cargar”. “¿Por qué?”. “Porque mientras lo estaba escribiendo se me cortó la luz”. “¿Y no apretaste CtrlG?”. “No”. “¿No te enseñaron a vos que tenés que guardar el archivo cada diez minutos por si las dudas?”. “Sí”. “¿Y por qué no lo guardaste?”. “Porque me olvidé” ¿Y mientras tanto que vas a hacer? “Nada hermano. Mirar la lluvia”. El Guille puteó con ganas y se fue para la cocina, puso la pava en medio de la oscuridad como para hacer tiempo pero yo no tomé ni un mate. No me habló en toda la tarde pero creo que fue mejor así, silentes sin molestarnos. Cuando volvió la luz se fue.
No le miento, le juro que fue así. Cuando volvió la luz me quedé un rato más, no demasiado, pero confieso que no me levanté enseguida. Cuando encendí la computadora tuve que rehacer la nota de principio a fin como un modesto y menos ambicioso Pierre Menard. Por eso me demoré. Descuento por anticipado que sabrá comprender.

19.7.10

Hockey para todos

Por Ricardo Gutman

Listo, ya está, que más les van a pedir. Sí, puede ser un oro en los juegos olímpicos pero para qué, hace ya tres años que vienen ganando la Champions Trophy, que sería como el Tri Nations del rugby (que parece que quieren hacerlo Four Nations para ingresen Los Pumas, no vaya a ser que acusen a la IRB de discriminación o alguna cosa por el estilo) o la Copa Federaciones de la FIFA, esa copita que jugamos de vez en cuando cuando Brasil gana todo y nosotros salimos segundos o en su momento la Copa MacDonalds del básquet en la que jugaban los ganadores de cada continente más el campeón de la NBA (título más que cantado pero fue impagable en su momento que los Chicago Bulls de Jordan jugasen contra Atenas de Córdoba). No caigamos en la costumbre de siempre. Estamos bien así.

Las Leonas piden a rugidos mayor exposición, publicidad, desarrollo del deporte y nosotros, que nos encanta mirar para otro lado, empezamos a seguirlas cuando empieza la etapa de definición. Eso no es aguante muchachos, eso es exitismo. Es verdad que el hockey femenino no es un deporte de masas en el país sino más bien de chicas chetas de Barrio Norte pero hasta en San Cristóbal hay una cancha de hockey (la de pozos que debe tener ese terreno) y tiene todos los condimentos necesarios para transformarse en uno de ellos. Además nos da resultados. O alegrías, díganlo como mejor les parezca. El hockey salvará al país. 
Es hora de dejarse de embromar con el fútbol, ese deporte que una vez cada cuatro años nos hace alambrar como loco durante un mes (corrección, durante veinte días con mucha suerte) para no conseguir nada más que desconsuelo en la gente y desconcierto en las opiniones de periodistas deportivos sin argumentos para explicar porque el mejor equipo del mundo se vuelve antes y porque le bancan esa beca a la que acceden sin saber al menos un idioma extranjero.
Al igual que en el fútbol, tenemos a la mejor (todo bien con Forlán, pero que le haya ido bien en el mundial no quiere decir que sea mejor que Messi), Luciana Aymar dibuja en la cancha cual Maradona de los 80, Karina Masotta sería nuestra Miroslav Klose o Ronaldo si se quiere y el próximo mundial lo vamos a jugar de local, relativamente cerca de mi casa y no podemos dejar que esas bellezas no tengan cobertura total. Es hora de largar el Hockey para Todos, no hay que dormirse más.
Usted me puede decir que no estoy en mis cabales, lo cual no sería faltar a la verdad, pero es para pensarlo cuanto menos. Cadena nacional gratuita para mujeres que están más buenas que comer dulce de leche con la mano en sugestivas posiciones; si eso no es un éxito en la platea masculina la verdad es que no sabemos apreciar la calidad. Es que están todas buenas. “Hasta las feas” me decía un amigo. Si es por confesar, debo decir que uno de mis amores imposibles era, sigue siendo, Maggie Aicega. Y no solamente las nuestras. Las contrincantes también.
Pensemos. Cambiarían varias cosas. Por lo pronto ya no tendríamos botineras. Se incrementaría la producción nacional de palos, bochas e indumentaria deportiva. Se podría combinar las canchas de fútbol 5 y hockey para tener mejores instalaciones y que la fiebre se propague más rápido. Más mujeres harían deporte, por lo tanto, más hombres harían deporte. Todos haríamos deporte. Los hombres mirarían por televisión otra cosa que no sea fútbol y Tinelli. Los empresarios lavarían su dinero en otra actividad deportiva que no sea el fútbol o el automovilismo. No perderíamos el tiempo en vacíos debates entre menottismo o bilardismo y el bielsismo no sería una corriente filosófica. Los periodistas deportivos serían más profesionales y no hablarían solamente de fútbol. El monopolio del hockey no estaría en manos de Gonzalo Bonadeo. Se reactivaría el consumo de choripanes a la salida de la cancha. Ni hablar de gorrobanderayvincha. Conciliaríamos las clases populares con el establishment. Conseguiríamos más títulos mundiales. Y seríamos más felices.
Partamos desde la base biológica que desde el vamos tenemos materia prima de sobra. No vamos a negarlo, las mujeres argentinas son bellísimas. Ese sería el enganche necesario para que la audiencia masculina se prenda a la televisación de la Liga Argentina de Hockey Femenino. Ya tenemos el fútbol para todos, es tiempo de lanzar el Hockey para todos. Debemos aprovechar este envión de éxitos que las Leonas vienen teniendo desde hace tiempo para convertir al hockey en un deporte de masas, de potrero si se quiere.
Además está la rivalidad geográfica. En América no tendríamos rivales, no habría que vivir sabiendo que nuestro vecino del este nos pasa el trapo en títulos como nos pasa en el fútbol. Nuestros clásicos serían contra Holanda, Alemania y Australia, todas naciones del primer mundo. Nos convertiríamos en un ejemplo a seguir por nuestros hermanos latinoamericanos y si no nos quisiesen al convertirnos en un verdadero ejemplo de desarrollo deportivo y filosófico sabríamos que es por completa y total envidia. Tenemos todo por ganar.
Animémonos. Dirán que estoy loco pero lo repetiré nuevamente: el hockey salvará al país. Seamos audaces, vayamos por más. Incluso por el Word que siempre me cambia de hockey a jockey por defecto deberá adecuarse. Cumplamos el sueño de que en cada baldío del país que no se haya vendido para un plan FONAVI que no se construirá o algún negocio inmobiliario haya una cancha de hockey. Por el bien de todos. 


14.7.10

La Asignación

Por Ricardo Gutman

Confieso, el tema lo tengo picando desde hace tiempo y como nunca dije nada dejé pasar el tiempo, con esa idea tomada de no se qué lugar de que el tiempo destila todo. Quizás ese filtro temporal me hiciese ver las cosas de una manera más rica, quizás mucha gente con la que polemicé en su momento hubiese cambiado su posición, apreciado ciertas cosas que en su oportunidad se le pasaron por alto y hoy tal vez, con tiempo recorrido, nos encontraríamos en esas coincidencias tan anheladas. Lo cierto es que ni yo cambié de opinión ni los otros tampoco. Cada uno siguió en la suya y el tiempo no hizo nada. A lo sumo empecé unos cuantos cuentos que todavía me debo terminar. Es que pasan tantas cosas y tan rápido. A veces la entiendo a mi abuela, a quien nunca le alcanza el día. Ojalá escribiese más cuentos y menos de estas cosas.

Todavía hay cosas que hay que seguir defendiendo. Me atrevo a decir que hay cosas que siempre se van a tener que defender, por más que parezcan obvias. La Asignación Universal por Hijo (AUH) es una de ellas. La lucha por los significados y los imaginarios, por el campo simbólico, nunca cesa. Esa es una falencia propia del campo progresista argentino, creer que se ha instalado un concepto, una idea, y convencerse de la batalla está ganada. La batalla nunca termina y como se corre con desventaja a la hora de construir el imaginario es necesario no abandonarla nunca. La derecha ha monopolizado el sentido común y el sentido común se vuelve fuerte porque está basado en ideas preestablecidas de antemano. Son como las ideas preliminares de los chicos sobre el mundo cuando recién ingresan a la escuela, pelear contra esas preconcepciones tan primarias, desestructurarlas, sacarles el precario pero arraigado basamento es una tarea titánica del docente porque se encuentran radicadas en la experiencia misma del niño.
Por poner un ejemplo, quien suscribe creía a sus cinco años que había un sol para cada ciudad. Tuve el descaro de exponer mi conclusión en unos de mis primeros viajes a Santa Fe. Mis padres entre medio de la gracia que les causó me explicaron que no era así, pero yo no les creí ni jota. Les hice creer que los había entendido pero les desconfiaba feo. Mirá si el sol va a ser tan grande si mi mano lo tapaba de lo más bien. Hasta me sobraba mano. Con el correr del tiempo me explicaron en la escuela como era el tema de la traslación solar y la rotación de la tierra y todo eso. Costo sacarme esa idea preconcebida pero eso era sentido común a mis cinco años. Eso hizo que, a diferencia de cuando era chico, a medida que pasa el tiempo me convenzo de que somos una pizca en la inmensidad. Pero eso es otra discusión y no viene al tema.
Con la AUH pasa lo mismo. Por más estudios científicos dentro del campo de las ciencias sociales que avalen la innegable influencia positiva de la AUH dentro de la economía interna, que de hecho existen y deben ser materia de consulta obligada, ese tergiversado sentido común contradice de manera más agresiva todos los estudios existentes respecto al tema. Ese sentido común no ataca al plan como política social ya que si lo hiciese caería rápidamente por insuficiencia de argumentos sino que ataca a aquellos que perciben la asignación. Atacan a los pobres. Se ataca al pobre sobrentendiendo que si alguien es pobre lo es por propia elección. Todavía se cree que en este país no trabaja el que no quiere. Debiésemos ver que entendemos por trabajo, o por lo menos que entiende por trabajo aquel que se enarbola detrás de esa idea. Y ver si paga sus impuestos.
Ese ataque al pobre, al beneficiario de la asignación, se expresa como xenofobia, como discriminación racial. No creo estar cayendo en un error al señalar esto, creo que se toma al pobre como extranjero, de la misma manera que los argentinos acusan a los bolivianos y paraguayos de ciertos males. Se estigmatiza al beneficiario como causa y objeto de un problema y no como consecuencia histórica, no se trata de entender el alcance de la medida y lo que genera, los objetivos de esta política, lo que se propone lograr. Para el que dice no estar de acuerdo con la AUH empieza comúnmente sus frases con las palabras “es que estos negros…” y consideraciones por el estilo. Se cree que la AUH promueve la vagancia entre aquellos que la perciben porque no tienen que trabajar para recibir dinero, que “el dinero de sus impuestos” se va en solventar la educación de miles de pibes excluidos por las políticas implementadas por la derecha neoliberal que acceden a un plato de comida y que tienen que ir a la escuela para eso, para comer en sus casas. Como una familia “bien”. Para el sentido común el beneficiario de la AUH le está robando.
Pagar impuestos supone dejar una parte propia en manos del Estado en pos del bien común. Entonces, llegado el caso, es una discusión de prioridades. Por ende debemos aceptar que la prioridad es la gente y que el principal flagelo, consecuencia de 25 años de neoliberalismo, es la pobreza de la gente. Pero no la pobreza “digna” (si es que el adjetivo es aplicable) sino la peor de las pobrezas, la estructural, esa cuya intención es reproducir las condiciones. La AUH es el primer ataque serio en mucho tiempo a la pobreza estructural porque a diferencia de otros planes sociales este apunta a los hijos y no al mayor, condiciona el cumplimiento de acuerdo a ciertas condiciones mínimas como la escolaridad completa y el estado de salud y obliga a generar mano de obra capacitada. Es, además de una medida política, una medida económica. Los indicadores coinciden en un aumento del consumo desde la implementación de la AUH y básicamente esto responde a que las personas de bajos ingresos destinan sus dineros a las necesidades inmediatas fortaleciendo el mercado interno de materias primas. Se puede estar de acuerdo o no pero yo todavía estoy esperando que la clase media reactive la economía con los planes de compras de autos y electrodomésticos.
Esto nos lleva a reconocer dos cosas: la falta de políticas del peronismo para la clase media y que, por más que haya una recuperación, en este país mandan los pobres. Y mandan los pobres porque nos dejaron llenos de pobres. Repito: todavía hay gente que cree que se es pobre porque se elige ser pobre. Puede ser aplicado en algunos casos, no digo que no, pero no creo que la inmensa mayoría quiera ser pobre durante, digamos… treinta años.
Eso es un plan, un esquema de pobreza estructural que genera condiciones que imposibilitan el ascenso y desarrollo social. Si me dan a elegir elijo los dos mejores planes sociales de la historia: Trabajo y Educación, no lo niego, pero dadas las circunstancias y el contexto ¿existe alguna medida mejor? Pintemos nuestra aldea para entenderlo mejor. Usualmente aquellos a los que escucho criticar a los que reciben la AUH son precisamente aquellos que directa o indirectamente vive de los beneficiarios.
En enero de este año con motivo de la reciente implementación de la asignación los comercios de San Cristóbal sufrieron un papatús que se sintió enormemente cuando gran parte de los beneficiarios de los planes anteriores no pudieron percibir la AUH por demoras burocráticas en la actualización de la base de datos. Un cálculo a grosso modo, con números del mes de enero, indicaba que en la ciudad existían unos 1.000 titulares de la AUH y que la cobertura llegaba a unas 4.000 personas promedio. A un promedio de 3 hijos menores de 18 años por beneficiario la AUH deja en San Cristóbal unos 400 mil pesos mensuales. Eso sin tener números finos. Mucha plata ¿no?
Como carecemos de números oficiales en todo sentido no puedo calcular cual es la masa que aportan los empleados públicos, que calculo que debe ser mucho mayor, la de los jubilados provinciales y nacionales y la de los privados que desarrollan su actividad autónomamente. Lo cierto es que un cuarto de la población de la ciudad está siendo asistida por el Estado. Si el Estado, tan vapuleado últimamente desde todos lados, no es importante en la ciudad de San Cristóbal, donde no ganan precisamente sus candidatos, no entiendo por donde pasa la cosa. Esto sin enumerar las jubilaciones de las amas de casa.
Me parece que no es correcto morder la mano que te da de comer. O por lo menos la que te ayuda. Pero se ataca al pobre por ser pobre. Quizás se ataque al pobre por vergüenza propia, porque en realidad se depende demasiado de los pobres. Y para terminar con la pobreza se la debe atacar. Podemos discutir todos los aspectos negativos que puede tener la medida y como es una tentación para aquellos que quisiesen hacer de esto otro anclaje más de pobreza estructural, porque es un riesgo real, pero planteemos las repercusiones positivas y discutamos como apuntalar las cosas una vez que la AUH haya cumplido su ciclo natural (y no el político). Porque la AUH incrementó un 25 por ciento la matrícula en las escuelas pero no se construyen más aulas para dar clases en mejores condiciones, no se discuten que tipo de contenidos deben aprender esos chicos de acá a diez años ni que va a pasar con esos chicos cuando cumplan 18 años y tengan el secundario terminado a la hora de ingresar en el mercado laboral. Tampoco que va a pasar con sus padres una vez culminada la AUH. Discutamos eso si se quiere estar seguro de que los aportes tributarios sirven para algo porque es allí donde la AUH adquiere su tinte de política progresista, porque nos permite pensar para adelante y entender que por más que nuestra experiencia nos afirme día a día lo que pensamos la mano que tapa el sol nunca es más grande que el mismo sol.

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