23.11.10

Vamos los pibes

Ricardo Gutman

Si yo hubiese imaginado lo que se venía hubiera asegurado que era uno de mis sueños más locos. Por decirlo de alguna manera casi formal, mis sueños siempre me han traicionado. Para ser lo más verosímil posible, mis sueños siempre son más grandes que lo que verdaderamente pasa. Aprendí con el correr de los años a desconfiar un poco de mis sueños, siempre que imaginaba algo ese algo, pobre, no llegaba a la altura de lo que había imaginado. Y terminaba frustrándome. Alguien me dijo una vez que mi problema era que tenía sueños grandes. Frase jodida si las hay. Tenés que tener sueños más chicos, más comunes, menos ambiciosos, era lo que decía la frase. Era como esa palmada que te dan los mayores en la espalda cuando te dicen “tenés razón, pibe”. Una mojada de oreja. Generalmente aquellos que enarbolan esas frases son los que te dicen como vivir tu vida, los que tienen la posta, la verdad de la milanesa. Son tipos que te inducen a ser mediocre. Son tipos que, en definitiva, te van obligando a no soñar si es posible. En lo que a este escriba respecta, son tipos tristes. Esos son los verdaderos giles. Y el mundo está lleno de giles. Es lo que sobra. Y nadie te puede decir como vivir tu vida. Juira perro.

Tenés que tener sueños más chicos. Repito la frase y cada vez parece más violenta. Podía haberle hecho caso pero no fue así. Entendí, luego de un tiempo, que soñar así era parte de mí, que me conformaba, que me describía, pero que para cumplir los sueños tenía que correr riesgos y aprender que los sueños grandes no se hacen de la noche a la mañana, que llevan tiempo y que los sueños se construyen. Que eso no se negocia. Y que nadie te dice como hacerlos realidad.
Los pibes están viniendo, día a día, de a poquito, pero sin pausa. Cada día que pasa son más y más gente se suma. Durante mucho tiempo yo también me comí el cuento ese de que a los pendejos no les importa nada. Cada día que pasa tengo que tragarme mis palabras. Desde hace unas semanas estamos conformando la juventud kirchnerista de San Cristóbal, “La gloriosa JK” como la bautizaron los chicos en un acto que de solemne no tuvo nada pero si de fundacional. Ellos se dieron el nombre, ellos se denominaron así. Y saben donde están parados. Saben que están ahí para adquirir las herramientas que necesitan, no piden permiso y te llevan por delante. Y está bien que así sea porque los pibes intuyen que hay otra cosa, que la realidad es más complicada, y ya están cansados de que se la cuenten. La quieren contar y compartirla. Y agarrate Catalina porque se están buscando, se traen, se juntan y te obligan.
Saben que no será fácil pero eso no los amedrenta y para un tipo como uno que todavía sigue siendo “joven” aunque ya está bastante crecidito y que tiene más de una desilusión arriba eso es hermoso. Piden pista. Ya obligaron a abrir el local partidario todos los días. Ayer lunes feriado nos reunimos. Y contagian a los grandes, que dicho sea de paso no ocultan las babas. Muchos de ellos se acercaron después de la muerte de Néstor, conmovidos por la cantidad de pibes que fueron a despedir al tipo que les devolvió las ganas de hacer política. En esos días un relato de la realidad se cayó y ellos lo vieron. Algo picó adentro y han decidido conformar un grupo político para crecer y formarse. Para ser parte de un proyecto y de un sueño personal, el de ellos, y el colectivo, el de todos.
A veces pienso que estoy soñando. Tengo plenarios de lunes a jueves. Ya ni tiempo tengo para escribir. Sé que esto me va a cambiar los tiempos y los días. Ahora discuto política todos los días, busco documentos, me rompo la cabeza pensando estrategias para que la formación política sea más eficaz e integradora, hablo con la gente, convoco sin miedos y convencido. Ya me cambió a mí, que venía tan cabizbajo. Me imagino lo que se viene este verano que será movidito y de allí en más. Me voy a tener que comprar una agenda, yo, que las pierdo siempre. Y organizarme los días para hacer todo lo que tengo que hacer.

16.11.10

Peko´s


Ricardo Gutman


Me vendría bien una luz. Arriba. La gente habla del tiempo. El Chiche dejó su bicicleta en el poste de luz, como siempre, y me saluda mientras me jode porque le gané el lugar, al lado de la ventana. “Te apèrsonaste el escritorio” me dice después de saludarme. Me rio porque no se me ocurre otra cosa mejor. Rarao que el Chiche venga a esta hora, ya es tarde, usualmente viene más temprano. Quizás habrá estado en el Central, mirando los partidos. Quizás jugó River. Y Darío que no pone un televisor. Pintó todo, quedó espectacular, pero no puso un televisor. En el fondo los vagos juegan al pool. El Gino bardea a todo el mundo, como de costumbre. Darío se frota las manos atrás de la cafetera rota que en cualquier momento manda a arreglar. Ya encontró el punto de la noche. Ahora el Gino empieza a agitar por guita al pool. El foco de la calle se apaga por un momento y vuelve con su luz amarilla. Mi mano entorpece la luz y la sombra se proyecta en el papel. La gente sigue entrando y saliendo del lugar. El Puchi me pregunta que voy a hacer. Todavía es sábado. Yo le contesto que nada mientras escribo esto. El Puchi se queda parado, esperando una mejor respuesta, una mejor argumentación, mientras me mira escribir. Le explico que no tengo un mango, el me dice que está igual. Yo pienso en la imposibilidad de dejar de decir lo mismo de siempre. Estoy harto de no tener guita y encima repetirle a todo el mundo que no tengo guita. Para peor, el Gino ganó y lo busca al Oscar. El Oscar va a la mesa sin decir nada, acomoda las bolas tranquilo. Ya el sábado pasó a domingo. El Oscar gana. El Gino empieza a putear y le echa la culpa a la mesa. Empezó el show. Desde atrás el tipo me putea con más ganas que antes porque desde el otro lado del bar me río de los insultos y las excusas. Darío le dice que ya va a cambiar la mesa, que espere tranquilo. El problema del pibe es que no cree que pueda perder. Porfiado pide la revancha y el Oscar se la da mientras tira bandas con la blanca sacándose la bronca, echándole la culpa a la mesa, a las bandas, a la caída, al Darío, al Oscar, a lo que se cruce primero.
Me vendría bien una luz, bien arriba, amarilla, no importa, pero que no me haga sombra mientras escribo, fantasma negro que persigue la tinta. El Negro me manda un mensaje diciendo que no va a venir, que comió mucho y chupó mucho al mediodía y le cayó para atrás. Lo perdono y le deseo Felíz Día. Ya es el día de padre, otro día que ya no festejo. El Gino le gana al Oscar y todo el bar se entera. Le gana pero deja el taco y se va atrás de la barra. El Oscar se puso a jugar con el Chiche, que ya empezó a cebollear sin tocar el taco. La misma costumbre de siempre. El negro me contesta el mensaje y me pregunta que voy a hacer esta noche. Le contesto que nada. El Darío me dice que sale un rato y que ya vuelve y me deja la billetera. Eso quiere decir que estoy de “encargado” palabra absolutamente referencia porque acá todos se sirven por su cuenta y después pagan. Sólo tengo que rogar que no llegue nadie nuevo, nadie desconocido que atender. Estas cosas me ponen nervioso. Yo no nací para atender bares, yo nací para frecuentarlos si se quiere. Siempre me mando una cagada, se me rompe un vaso o algo por el estilo. No sé que habrá pasado. Y ya se hizo costumbre. No sé hasta que hora estaré clavado acá. Mas bien siento que me clavan, que me obligan a quedarme aunque no me quiera ir. Pero no le puedo decir que no a Darío. Quien sabe por qué habrá salido. Afuera la gente pasa y mira, mira y sigue. El teléfono suena y mi vieja me pregunta si voy a comer. Le digo que me guarde algo frío, que cuando llego como, que no importa. Darío volvió. Esta vez fue corto. La máquina de café, la que anda, empezó a calentar. Uno de los vagos prendió la cafetera apenas llegaba Darío. Le digo que me haga otro café. “Ya sale” me dice. Ya sé lo que quiere decir eso. El Tito pasó saludando rápido y se fue para la barra, al lado de Los 4 Fantásticos, que todavía hacen la previa . Esta es la hora que tiene algo de raro: parece que nunca hay gente pero Peko´s es el bar que más trabaja. Miro para atrás y pienso que si quisiese contar cada historia de cada persona no podría, no me alcanzarían las lapiceras y los papeles. Una sola persona ya me frustraría. El Gino pide que Darío le anote una cerveza. “Menos mal que agitás por plata al pool” le grito desde el lugar del que no me moví aunque los muchachos llaman desde el fondo. “Callate guampudo, horrible” me responde el Gino, mientras se viene a la mesa con la cerveza que Darío le acaba de fiar. Se sienta en la otra silla, le pide al Darío que le traiga otro vaso y me sirve cerveza. No me dice nada y me mira escribir. Me dice que me tiene que contar algo que no tiene que saberse. Le digo que cuente con confianza. Lo escucho. “Bien” es mi única respuesta. El Gino no me dice nada por un rato y yo vuelvo a escribir. Me pregunta que voy a hacer esta noche. Le digo que nada, que me voy a quedar acá hasta que me canse. El Gino se va a bañar y augura que nos veremos en un rato. Le acepto la mentira. Apenas el Gino sale por la puerta del bar Los 4 Fantásticos dejan la barra y van para la mesa que está al lado. Yo cierro el cuaderno y me apenco a la mesa porque acaba de empezar otro show. Después dicen que acá no pasa nada.
    

15.11.10

De un tiempo a esta parte


Ricardo Gutman
No sé, lo siento en el aire. No me quiero ir de mambo pero lo siento, lo presiento. Algo está pasando, no sólo en el país, sino acá, en el pago chico. Desde hace tiempo. Fue duro en un momento. Recuerdo, no hace mucho, esos tiempos en los que discutía con viento en contra, difíciles días de la 125, cuando no podías decir nada sin que nadie te atacase. Estaban envalentonados. Lo digo porque lo sufrí en carne propia. Días en los que ibas a la carnicería y cualquier caído del catre, que no había hecho mucho más en su vida que lo que uno ha hecho de la suya, que no le ganó a nadie ni el tiró el chico a la mierda a nadie, empezaba a los gritos a decir que esa yegua tenía que irse. La yegua era la Presidenta. Esa persona, como muchos otros de su misma estatura, gritaban en cualquier lugar, frente a incluso a quien no le interesase el tema, su perorata destituyente. Y nadie le decía nada. Nadie, ni siquiera los que apoyaban al gobierno. Y yo me preguntaba quien carajos era ese tipo para pedir la renuncia o la destitución de una autoridad elegida por la mayoría.

Mientras tanto aquellos que no pensaban igual no decían nada porque cada vez que abrías la boca saltaban todos a la yugular. Existe un proverbio que dice que nunca discutas con un idiota porque la gente puede no notar la diferencia. No siempre lo respeté y en esos días menos que menos hasta que me cansé. Con algunos tuve intercambios buenos, con otros sinceramente perdí el tiempo. También me comí algunas apretadas. Soy como soy, que se le va a hacer. Por esos tiempos empecé a ver, en concreto digamos y grosso modo, la definición de hegemonía que postula Gramsci. Siempre pude entender que si algo afecta tus beneficios grites y patalees, es lo normal, lo que nunca entendí fue que el oprimido defienda al opresor. Es más bien una resistencia de clase, la necesidad de pertenecer a un grupo al que no puedo acceder pero en el que me gustaría estar. Como no puedo estar en ese grupo por mérito, en este caso, dinero, entonces lo planteo desde lo discursivo. Algo así como conformarse, hacer cosas con palabras es que le dicen. El Negro Caula me lo planteó bien: que el lobo se quiera comer a las ovejas es lo lógico, es natural, pero que las ovejas quieran que el lobo se las coma sólo demuestra que son ovejas. No sé de quien es la frase pero es genial. Lo cierto es que no sólo encuentro cada vez más ovejas sino que cada vez encuentro más ovejas que no se reconocen como ovejas. Eso es lo loco.
De un tiempo a esta parte varias cosas han cambiado. Lo sentí en el bar, cuando un día me doy cuenta que no discutía estas cosas solo sino que en vez de yo contra el mundo ya éramos cuatro contra cinco. Después vino la Ley de Servicios Audiovisuales y el Matrimonio igualitario y ya el número era parejo. Hoy por hoy ya no me prepean como antes, con esa suficiencia descarada del número y esa soberbia de tener la posta, hoy ya se discute de otra manera. Hoy se discute, aunque todavía falta mucho, y conservo buenas opiniones de aquellos que no piensan como yo pero que se prestan a atender la posición del otro a diferencia de aquellos que todavía atacan por atacar. A los primeros los respeto, a los segundos ni los escucho. Debe ser que ya no estoy tan solo y ya mucha gente se cansó de escuchar siempre la misma cantinela.
Tampoco es para hacer de esto algo de otro mundo, está naciendo, está creciendo y lo que necesita es solidificarse, organizarse y nutrirse de herramientas teóricas y prácticas. Y entender que la política es maravillosa y que es necesario que los mejores, esas personas que uno admira, entren en ella porque si no los lugares siempre serán ocupados por los mediocres. Y no sólo aquellos a los que uno admira, si no aquellos que cada día quieren mejorarse, para adentro, y crecer. Esas son las personas que debería tomar la política.
Y es tiempo de que entren los soñadores. Me lo marcó el Tano, que a su vez se lo marcó Negro, mientras volvían de Santa Fe de una interna gremial de APYME: se terminó el tiempo de los tipos correctos, bien vestidos, de hablar preciso, eficientistas, asépticos; llegó el tiempo de los soñadores, de los desgarbados, de los tipos reales, de los políticamente incorrectos, un tiempo en que toda aquella persona que tenga un sueño y pueda darlo a conocer y contagiar tiene un capital político, toda aquella persona que pueda contagiar a la otra de la posibilidad de un futuro mejor tiene la potencia suficiente para lograr lo que quiera en política. Y todo por una muerte que lo único que hizo fue desatar algo latente.
Corren otros tiempos, pasan otras cosas, para aquellos que conocimos el gris de los 90 en una ciudad como ésta algo está pasando, algo está cambiando. Hay que atreverse a soñar y compartir los sueños. Lentamente va surgiendo, con paso tranquilo, sin levantar la perdiz si se quiere. Todavía le falta animarse pero lo está haciendo Y no crean que eso es poco.          

14.11.10

Soñar no cuesta nada


Ricardo Gutman

Hace tiempo que me debía este post. No por ustedes, lectores, sino por mí; es decir, si ustedes leen estas líneas sepan que más que estar dirigidas a ustedes están dirigidas a mí; me escribo para mí, más que nada por esa necesidad de tratar de ordenar esas cosas que durante toda la vida me han dado vueltas en la cabeza y que la escritura permite (aunque a veces no lo logra) hacerlo. No hay por qué negarlo, soy un chico progresista y por eso escribo. Es lo que mejor me sale, así y todo.  Qué se le va hacer, es lo que hay y lo que puedo hacer.
Soy un chico progresista, repito, y al repetirlo vuelvo a reincidir en esa  costumbre maldita de cuestionarme todo. Si me convenciese fehacientemente de lo que pienso me iría mejor, al menos un poco, pero siempre tengo que complicarme la vida. En resumidas cuentas me pregunto por qué soy progresista, por qué me considero progresista. Es que está tan de moda la palabra y a mí las modas me asustan, tienen algo de uniformes que me repelen. Y porque a la larga se repiten, con distintas variaciones, pero se repiten. Y algunas decididamente son horribles.

He descubierto que no soy tan contemporáneo que digamos, no soy tan posmo. Hay cosas que no acepto que me afirman y estoy orgulloso de esas cosas. Porque no todo da lo mismo y no existen millones de verdades en tanto millones de individuos. Ese relativismo no me cierra, no es consistente. Si creyese en él no me cuestionaría nada. Si eso fuese verdad todos estaríamos bien y no estamos bien. Nos hicieron creer que todos teníamos razón y lo repetimos hasta el cansancio sin saber lo que decíamos. No estoy diciendo que los puntos de vista no afecten al objeto, estoy diciendo que algunos de esos puntos de vista es incorrecto o por lo menos no el más beneficioso porque atenerse a esa afirmación es no pasar del grado de cero del análisis. Hemos hecho del principio de respuesta la respuesta toda, esa afirmación es sólo una pista no la conclusión entera. Es la expresión más simple de la complejidad de lo humano. Porque algunas cosas deben ser de una manera y no de otra. No sé si soy claro.
Todavía nadie ha definido qué es ser progresista en este país. Llegado el caso todos se dicen progresistas entonces descoloca a todos. Es hora de empezar a identificar, de manera real, quienes son progres.  Si me vuelven a apurar digo que ya era hora. Y sí macho, ya no se puede estar discutiendo cosas que no tienen sentido. No se puede ser progresista de distintas maneras, no puedo decir que abogo por la distribución de la riqueza y rechazar la 125, no puedo militar por la democratización de las instituciones y estar en contra de la Ley de Medios. No se puede sino cualquiera es progresista. No puedo decir que quiero construir una agenda socialdemócrata y juntarme con todo el gorilaje. Con este criterio Binner es progresista, ¿me entendés? Hay que marcar la cancha, esto es esto y lo otro es lo otro, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa diría Panigazzi.

De qué lado estás, amigo
Ser progresista no es fácil, es mucho más fácil ser de derecha. Es simple. Para ser de derecha hace falta tener plata o querer tener plata y vivir para hacerla, pararse en cierto sentido común más o menos acomodable, no tener ética y usar los beneficios materiales para condicionar la realidad. Nada más. Pero ser progresista es extremadamente complicado de explicar, es como el creyente que quiere hacerle comprender al ateo algo que es una experiencia absolutamente personal e intangible como la fe.
Ser progresista está de moda. Decirse progresista está de moda. Es políticamente correcto decirse progresista, es vestirse con buena pilcha, posar de intelectual, de avanzado, de tipo que la tiene clara. Sirve para situarse, caer simpático si se quiere, por eso cualquiera se dice progresista. Binner se sitúa como progresista, Alfonsín se vende como progresista, Pino Solanas es re PROgresista, el PDP se dice progresista. Hasta Lilita Carrió fue progresista en este país. De última, es pura pose y de esa manera denigran un pensamiento a una simple cáscara, un lindo traje, un lindo diseño, un John Galliano si se me permite identificarlo.
 Y dentro de todo ese menjunje el FPV, la opción más progresista con poder real sin lugar a dudas. Ese carácter dinámico del FPV genera hacia adentro del kirchnerismo (me animaría a decir cristinismo a estas alturas) los debates de apropiación, es decir, qué es el kirchnerismo, a quién pertenece el kirchenrismo como identidad política. Para la ortodoxia política es peronista, para la progresía que se identifica con el FPV es una superación del peronismo. En un momento CFK se pone la camiseta de la juventud sindical y después se reúne con las Madres. Y mientras todos discuten si el kirchnerismo es una superación del peronismo o una variante del peronismo la fuerza va juntando fuerza.
Si vamos en tren de sincerarnos lo más progresista, al menos desde lo discursivo, es Sabbatela.  De todos los dirigentes políticos es el que dice la cosa más osada de todas: el techo del kirchnerismo es nuestro piso. Afirmación osada si las hay ya que si la Presidenta Cristina Fernandez elige profundizar el modelo el techo siempre va a ser más alto, en este caso, el piso de Sabbatela. Si se me permite soñar, una fórmula CFK-Martín Sabbatela para el 2011 sería una apuesta, un gesto real por parte del FPV de la vocación de profundizar el modelo. La dupla es hermosa de sólo nombrarla. A mí se me caen las babas. Una dupla de esas características permitiría al progresismo argentino asumir esa identidad real de una buena vez, o por lo menos encauzarla,  y demostrar que está a la altura de las circunstancias.
Si vamos a jugar ajedrez político y pensamos no en 2011 si no en 2015, descontando a CFK como ganadora en 2011 poder lograr que Sabbatela en Buenos Aires y Rossi en Santa Fe sean gobernadores 2011-2015 permitiría darle un horizonte de continuidad al proyecto pensando el 2015 con una excelente fórmula de las dos provincias más grandes del país. Además se pondría en concreto la capacidad de gestionar un territorio grande, en el caso de Sabbatela y comprobar el fuste de conducción de Agustín Rossi. Pero es un sueño, aunque no imposible, el kirchnerismo ya nos ha acostumbrado a que cuanto menos lo esperás te corre la línea, y además hay Cristina para rato. Yo por lo pronto ya sé dónde voy a jugar. Y vos ¿de qué lado estás amigo?



8.11.10

Al basurero

Ricardo Gutman



Hoy ha muerto Emilio Massera, una verdadera lacra humana. No te extrañaremos. Ni olvido ni perdón.

Lacadé lacadé lacadeeeeee...

Ricardo Gutman
Esta es la única academia que tiene onda, la otra está para atrás mal.
Mirá lo importante que será que recién ayer me enteré, ya entrada la noche, más pasando a lunes que domingo, en una nota del diario UNO del domingo que la RAE salió con sus periódicas pelotudeces. Ya algo había escrito días antes el amigo Al Márquez en su blog NavegArte pero para ser sincero no le presté atención. Leí el artículo derecho, sin hacer caso de los links, grueso error de homo sapiens 2.0. Pero para mala sangre leí con atención lo publicado en el matutino de Santa Fe y, una vez más, haciendo gala del anacronismo y la brutalidad cultural que ya forman parte de su currículum, la RAE volvió a descarrilar.
Pocas instituciones más insignificantes en la vida de los hispanoparlantes existen como la RAE pero cada vez que sale con sus proscripciones lingüísticas y gramaticales dan ganas de bombardearla. Una vez más la RAE ha vuelto en su intento de querer uniformizar una de las cosas más dinámicas que tiene el hombre, el leguaje, y encima el español, lengua que todavía está históricamente hablando en tiempos de evolución y lejos está como otros idiomas de tener una forma establecida, acabada. Básicamente el español que hablamos es una lengua mutante, viva, nosotros, los hablantes, la vamos reformando todos los días y contrariando esa dinámica está la RAE con su sarta de estupideces regulares y crónicas y uno se pregunta para qué carajos sirve la RAE.

Estos reales imbéciles parecen no haber entendido que el lenguaje es producto de una construcción histórica de las sociedades, es el resultado histórico de un pueblo que decide en un momento y en un lugar empezar a nombrar las cosas de una manera definida. Estos señores pretenden que los más de 400 millones latinoamericanos hispanohablantes hablen como los 45 millones de españoles, ignorando de cuajo la diversidad cultural y riqueza lingüística de nuestras latitudes y nuestros pueblos. Es, sin ninguna duda, imposición cultural sin medias tintas en nombre de un cierto purismo que ya no detentan. Es violencia simbólica y cultural, en resumidas cuentas nos están diciendo que somos una manga de brutos detentando un poder que no les dio nadie.
Quizás deba explicarles a los académicos como me manejo con el lenguaje escrito. Quizás deba explicarles que sé como se escribe trashumante y un millón de palabras más no porque las haya buscado en el diccionario o en el manual sino porque las leí en algún lado, quizás deba explicarles que las reglas ortográficas nunca me sirvieron para mejorar la ortografía porque, en mi caso, las palabras siempre quedan fijadas en mi cabeza. Quizás deba explicarle que siempre que pienso en perro no pienso primero en la figura perro sino en la palabra perro, quizás debiese hacerle entender que así siempre me fue más fácil, quizás debamos explicarles que nadie le presta atención a las reglas de la RAE, que a esta altura son barbarismos.  
Es muy probable que la academia ande corta de guita y por eso se apure a largar estos sinsentidos a los que ya nos tienen acostumbrados, apurando las ediciones de los diccionarios de 2011 y los manuales de lengua que los maestros y profesores deberán comprar para no quedar desactualizados (¡¡¡oh, pecado!!!). De acuerdo a lo informado el borrador de modificaciones será oficial el próximo 28 de de noviembre en Guadalajara; deben andar cortos de tiempo. Ojalá los maestros se rebelasen, encima que cuesta un Perú enseñarle las reglas de acentuación a los pibes y ahora van a tener que enseñar que las palabras agudas llevan tilde cuando terminan en n, s o vocal a excepción de los monosílabos con diptongo como truhán o guión. Ya es demasiado con que al corrector del Word tenga que agregarle palabras por mi cuenta.
 “Se trata de evitar la dispersión”, “Les va a costar (en América Latina) aceptar la uve y a nosotros (los españoles) lo de y” reza Salvador Gutierrez, coordinador de los trabajos de la nueva ortografía. Un ortiba importante el señor éste, posta mal que este tipo debe ser el presidente de Fan Club de Andrés Bello. Macho, tenés que entender algo, tienen que entender algo las 22 academias de las lenguas: es al cuete. Siempre vas a quedar atrás. Podrán imprimir en los manuales que ahora en vez decirle ve corta a la v se le debe decir uve o que la doble ve (w) debe denominarse doble uve o que la i griega (y) ahora es ye. Podrán poner las reglas que se les cante pero siempre correrán con la desventaja de que la oralidad y la costumbre te destrozan la regla. Que hubiera sido de Cortázar si les hubiera o hubiese prestado atención a la hora de escribir 62 modelo para armar.  

Como nos traicionó la vida Negro



Ricardo Gutman 
La vida avanza. La vida avanza y poco a poco te muestra las cartas. Puta madre. Tres tipos en una mesa de un bar gritando a más no poder, solos en la madrugada. Otra madrugada más. Otra madrugada igual, o casi igual.  “Como nos traicionó la vida” pregona el Tano a eso de las cinco de la mañana. Los envases se acumulan en la mesa redonda, incómoda, y cada vez hay menos espacio. Nunca la pegaron estos tipos con los muebles. Ya no es posible ser como antes. Ya no da el cuero. Si para ser Bukowski habría que llevar una vida acorde voy muerto antes de jugar. No nacimos para rockstar. Gardel hay uno solo muchachos. Uno solo. El resto es perrada. El camino del exceso es sólo para los elegidos. Y acá estamos, el Negro, el Tano y yo, a las cinco de la mañana, haciendo como que no importa, acumulando envases que en cualquier momento se van a caer, sabiendo lo que espera una vez que nos vayamos de acá, intentando dormir o algo parecido, yéndote un rato.  Y recién es martes. Y a ésta hora está todo cerrado. La mesa baila entre el desnivel del piso, cubierto de colillas de cigarrillo. Estamo frito angelito. A esta altura ya no es triste. Es patético. Hace rato que tendría que estar durmiendo, mañana está el trabajo que pedí durante tanto tiempo y que ya no aguanto. Me he vuelto predecible, tan predecible que ya podría afirmar a que hora me atacará la tos de la mañana. Pero acá estamos, a las cinco de la mañana, riéndonos para no llorar, sabiendo que todos fuimos un deseo, una posibilidad, otra cosa, pero riéndonos al fin. Y creo que por ahí se nos cuela la rebeldía que nos queda. El Tano parece haber encontrado un axioma y lo repite tanto, hasta el cansancio, que la verdad revelada ya no es más que un tic, ya no es más que otra frase articulada por tres borrachos contagiados en el filo de la madrugada de algo más grande que no entienden y que se pierde en el aire. Mañana la olvidaremos o quizás la recordemos y nos dará vergüenza saber que hemos llegado al quid de la cuestión por casualidad, por error, porque la cosa pasa por otro lado. Pero ahora la gritamos a voz de cuello porque en el bar no hay más nadie que nosotros. Estamos jugados. Y a los gritos el Tano va a buscar otra cerveza al freezer. “Como nos traicionó la vida Negro, como nos traicionó la vida” grita el Tano mientras yo no digo nada, como siempre, sin nada interesante que decir. El Negro se ríe. El gas se escapa de la botella. Afuera no pasa nadie. No esperamos que nadie llegue. Y un silencio inesperado se sienta entre nosotros. “Sin espuma para mí” le digo al Tano rompiendo la quietud, recostado en el espaldar de la silla, fumando el cigarrillo número cien de la noche que empezó temprano, allá por las nueve. El Negro le dice al Tano que cambie la música, que ponga algo más movido. Yo ya estoy enteramente entregado. Ellos se irán a dormir en un rato y controlarán sus vidas, sus horas, sus responsabilidades. Yo he llegado a la casilla en la que las responsabilidades lo controlan a uno. Yo ya no voy a dormir porque sé que no me levanto. Las horas se me han ido. El Tano sabe lo que dice cuando dice que la vida nos traicionó. Nos hace un favor a todos porque sabe que no es así. Creo que lo dice a propósito, como mantrándola. Pero igual la gritamos una vez más, total que más da, nada va a cambiar en estas horas que nos quedan hasta que salga el sol. Podríamos haber sido lo que quisiéramos pero somos lo que somos y los tres sabemos por qué. La noche nos hace precio. Un perro pasa por la vereda y se nos queda mirándonos por los ventanales. Los tres nos reímos y el perro se echa al lado del ventanal que eligió para mirarnos, se da vuelta y queda como vigilando la vereda. “Tenemos seguridad” digo yo. El Tano sale a la vereda y le dice al perro que pase. El perro ni se mosquea. “Éste está más acompañado que nosotros” dice el Tano desde la puerta mientras se lleva el filtro del cigarrillo a la boca. El perro tiene mirada de perro, esa mirada que tienen los perros como pidiendo algo, esa mirada que tienen los pibes y las personas tristes y los borrachos crónicos que se pueden ver acodados en las barras de los bolichones. Pero este perro no suplica y en cierta medida tiene más dignidad que nosotros a esta altura de la noche que se va de a poco. Afuera está fresco dice el Tano pero nadie hace el más mínimo esfuerzo por salir del calor de adentro. El Tano nos increpa desde fuera y el viento le hace flamear la remera. Está más flaco de lo que parece. Salimos. Dos viajes para llevar el envase y tres vasos. Nos sentamos en el ventanal, al lado del perro, con cuidado de no romper el vidrio ya roto mil veces. Un móvil de la policía pasa por la calle y nos miran desde adentro. El viento está hermoso y nos despabila la cabeza y los pulmones. El sol empezó a despuntar a nuestras espaldas pero hemos jurado no movernos hasta que el perro se levante.

7.11.10

Más de Mónica y Gabriela

Ricardo Gutman

Ahora los cuentos son de ellas. Espero que disfruten esta nueva entrega. Nos vemos.









En breve las transcribiré y podrán disfrutar lo mismo pero desde otro lugar. Hasta la próxima.

3.11.10

Más cuentos

Ricardo Gutman

Hacía bastante que no subía ninguna cosa linda como estas. En esta ocasión le toca a Moni Díaz y Gabi Meneghini, que leyeron dos cuentos hermosos de Cortázar y Moyano.




2.11.10

Yo lloré por otras cosas



Ricardo Gutman
@rickygutman

Usualmente la gente cree que ante una muerte se deben tomar las clásicas conductas de condolencias y usualmente la gente se te acerca, te pone la mano en el hombro o te abraza y te dice las mismas palabras de siempre: “te acompaño en el sentimiento”, “que terrible pérdida” o la clásica pregunta “¿Cómo fue?”. Siempre pensé en la inutilidad de estas cosas porque básicamente no producen nada sino que acentúan el sufrimiento y porque simplemente uno no puede ponerse en el lugar del otro. Es inútil que te digan que te acompañan en el sentimiento porque no pueden sentir lo que estás sintiendo y menos en ese momento. Después están los otros que dicen que no es justo, que por qué se tenía que morir justo ahora. La gente se muere, está comprobado científicamente, y nadie la tiene comprada. Puede ser dolorosa, repentina, inesperada, si, no te lo niego, pero nadie la tiene comprada. Así y todo se agradecen esos gestos porque siempre es mejor que nada. Al menos es un poco.

Mis conductas en los velorios son básicamente simples. Cuando me entero, por lo general lo suficientemente tarde, busco a los deudos, los beso, los abrazo fuerte y no mucho más. A veces digo algo como “que cagada” o “es una mierda” pero habitualmente no digo nada. No tengo porque decirlo, prefiero que me vea ahí, al lado de él, en ese momento de mierda, y me pongo a hablar de cualquier cosa. Tengo la tendencia a hablar mucho pero en velorios me doy licencia para tirar algunos chistes, para ponerle onda más que nada. Es una reacción. Como la de reírme solo al recordar Conducta en los velorios de Cortázar. Siempre que voy a los velorios me acuerdo de ese cuento y como si fuese casi un deseo inconsciente mi fuero más íntimo espera alguna vez presenciar fielmente una situación así aunque la realidad nunca llegue ni a pisarle los talones.
Yo no lloré a Néstor Kirchner. No por nada en especial sino que simplemente ya no lloro a los muertos. La muerte de Néstor Kirchner me sorprendió no tan temprano en la mañana del miércoles, unas horas después de la confirmación de su fallecimiento, en la computadora. A medida que repasaba el timeline de Twitter una sensación de incredulidad me fue invadiendo. Tuve que chequearlo en la tele. Después me cuestioné esa conducta, la de chequearlo en la tele, como si eso fuese garantía de algo. No pensé en Néstor, automáticamente pensé en Cristina. No era el único, a esa altura la nota de Rosendo Fraga había recorrido de manera viral la red. Asco profundo, inmenso, oceánico, cuarenta y cinco minutos después de morir los buitres se abalanzaban sobre el cadáver y encima le decían a la presidenta lo que tenía que hacer. Ya ni tacto tienen para operar.
Yo no lloré a Néstor Kirchner pero eso no quiere decir que no haya llorado. No sé por qué, pero siempre tengo esa sensación de por estar donde estoy no estoy donde debería estar. Si yo hubiese estado en Buenos Aires hubiese estado en esa cola al igual que miles de argentinos. Y seguro hubiese estado en la plaza el miércoles por la noche. Pero estoy acá y tuve que ver eso, como tantas otras cosas, desde la televisión, hablando con mi vieja, tratando de analizar, al menos un poco, que pasaría de aquí en más. Se que ella hubiera estado ahí también, conmigo, yo con ella. No es necrofilia ni cholulismo, esos argumentos se los dejo a los otros, a aquellos que no pueden bailar una cumbia ni comerse un chori ni se toman un tetra por miedo a agarrarse un buen pedo porque eso es cosa de negros. Es otra cosa lo que pasó.
Fue ahí, ya para las 20 horas, en que dejé de pensar en Cristina, al menos como venía pensando. Fue ahí, a esas horas, donde empecé a emocionarme de verdad, al ver a la gente reunida en Plaza de Mayo. Ahí se me reveló aquello que Agustín Rossi se había esforzado en demostrar días atrás en el Club Unidad: el kirchnerismo no sólo era un movimiento político sino un constructo cultural, con un relato propio de las cosas, con un sentido. Fue ahí, al ver tanta gente reunida con un sentido, un dolor y un objetivo común, cuando se me piantó el primer lagrimón. Pensé en el dolor de la gente, del militante. Lloré por la gente, no por Néstor.
Para aquellos que amamos la política, para aquellos que consideramos a la política mucho más que un currito, que creemos que es la herramienta de transformación absoluta de la realidad, la figura de Néstor Kirchner sintetiza aquello que uno espera de los dirigentes políticos: pasión, convencimiento, capacidad de gestión, trasgresión, todas cualidades poco comunes en un mundo de políticos timoratos. Más allá de las diferencias y las deficiencias, hasta sus detractores más acérrimos deben admitir que tener un tipo así enfrente plantea desafíos, al menos teóricos, y eleva la actividad política; alguien que te plantea como hacer lo que querés hacer te obliga, te empuja, te presiona a pensar. El tipo te obligaba a discutir, te marcaba la cancha, te dibujaba la agenda. Lo quieras o no. Después vienen las chicanas o el facilismo, esa es una decisión que toma cada uno y cada uno carga con su propia cruz.
No soy un cultor de Néstor Kirchner pero sería de estúpido no reconocer los logros de su gestión. No se puede no decir que transformó al país. Personalmente considero a Cristina Fernández muy superior a Néstor Kirchner, admiro mucho más a Cristina que a Néstor pero no se puede obviar que juntos eran un tándem soñado por cualquier organización. Por eso me preocupé por Cristina, si los chacales ya habían mostrado los dientes a minutos de una muerte ¿qué era posible de esperar para más adelante? Al ver a la gente en la plaza dejé de pensar en Cristina, al menos como pensaba en ella horas antes, dejé de preguntarme ¿y ahora? y me empecé a reír de los buitres, empecinados en afirmar que era hora de cambiar rumbos.
Yo no lloré por Néstor, lloré por la gente que desfilaba y por Cristina ahí, estoica en su dolor real, y me sentí orgulloso y seguro porque entendí que no caíamos en saco roto, lloré porque al verla ahí también me acordé de mi vieja, que tuvo que hacerse cargo de tres pibitos de menos de 6 años cuando mi viejo falleció hace ya casi unos 24 años. Sé por experiencia propia de lo que son capaces de hacer las mujeres y la mayoría de las veces nos pasan por arriba. Cómo somos los argentos, ¿no?, recién ahora entendimos que las cosas no solo tienen un padre sino también una madre. Por eso la pendejada también estaba ahí, en la calle, bancando a Cristina, porque todos sabemos que a la vieja no se la toca.
Los días pasaron, los giles de siempre hablaron y escribieron de manera esperada, los grandes medios sufrieron en carne propia el síndrome de la totipassmanización y después vino la cadena nacional de ayer. Y ahí estaba esa mujer mostrando todo su dolor y agradeciendo a la gente, hablándole a todos aunque a muchos no le importase, diciéndole a todos que estaba dolida pero que seguía al frente. Y yo volví a pensar en eso que pensé el jueves de que por estar en donde estoy nunca estoy donde debería estar y lamenté no haber podido estar ahí para gritarle como tantos otros ¡Fuerza Cristina!        

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