24.4.12

La pluma de acero


Le estaba diciendo al Fabio que no sé para qué escribo si nadie me lee una mierda y menos que menos me comentan y ¿que hizo el Fabio? se hizo un blog. Aunque ya era hora desde aquí le doy mi más calurosa bienvenida al universo blogger. el que quiera pegarse una vuelta port el blog esta es la dirección http://fabiohernanperalta.blogspot.com.ar/ . Entren, no sean ortibas.

18.4.12

La humedad

Por Ricado Gutman

Es la humedad, no es otra cosa. Creo que el Puma Goyti dijo que el calor degrada al ser humano. Se equivocó. Es la humedad, que empieza a ponerse calurosa a eso de las 10 de la mañana. Porque no es al revés, no no, es la humedad que se pone calurosa no el calor que se pone húmedo, lo que hace que el día se vuelva insufrible. Es así que el estado de ánimo de la gente empieza a cambiar; aquél que era un amor hace diez minutos se transforma en una porquería atómica. Y todo porque la ropa se le pega a la piel. Llegado el caso la humedad puede hacer renegar de la condición humana. Debe ser que por eso existe la depilación definitiva, beneficio al cual la mayoría de los mortales estamos lejos de llegar, más que nada porque nos sale muy caro. Dan ganas de salir a matar gente. Por eso lo que mata es la humedad. La humedad ambiente. No conocí peor lugar para eso que Santa Fe. Deben existir los trópicos y las selvas y de seguro deben ser insoportables pero al menos tienen árboles. Árboles como la gente. Santa Fe te destroza, con el río ahí al lado. Pocas cosas deben ser más insufribles que Santa Fe en enero. Santa Fe en enero sin un mango en los bolsillos.
En esos tiempos la gente se las arreglaba para pasar el verano, la siesta sobre todo. El primer verano fue una tortura total, paraba en la casa de un pariente, no me sabía cocinar, comí lentejas durante una semana hasta que me animé a tirar una milanesa a la plancha y como si fuese poco la media era de 45°. La casa tenía un patio de dos por dos, puro cemento, la cuadra entera, que era prácticamente una cortada, no tenía un solo árbol, por lo que la casa estaba expuesta al sol todo el día. Arrinconados por el sol quince horas al día. Fue la primera vez que creí que no iba a aguantar. Pero en ese entonces era flaco y no chorreaba sudor como ahora. Estuve unos 20 días en la casa del pariente, que apenas pudo me subió el valor del alquiler cosa que le diga que me iba y me fletó. Es comprensible, el vago vivía sólo y no iba a aguantar a un pendejo que ni siquiera se sabía cocinar una milanesa. Es comprensible, sí, pero siempre es preferible decir las cosas sin rodeos que buscar la mejor manera de rodearlas. Por ese entonces yo tenía menos idea de nada que ahora. Así me recibió Santa Fe.

11.4.12

Orgullo. Y prejuicio

Los burócratas somos así

Por Ricardo Gutman

Durante mucho tiempo pedí el trabajo que tengo. Para los que no saben, soy oficinista. Administrativo es mi categoría laboral. Al menos eso dice en el recibo de sueldo. Para otros soy un ladrón. Algo que es lícito de pensar. Para otros debo ser un hijo de puta, y también comprendo eso. Porque de última no me importa y no es problema mío. Que se arreglen los otros por lo que son sus pensamientos, que se hagan cargo de lo que generan. Bastante tengo con lo mío. Durante mucho tiempo no solo lo pedí, sino también que lo deseé porque para ser sincero, estaba cansado de estar atendiendo un mostrador o hacer notas periodísticas, las dos cosas por míseras monedas. El tiempo pasó, desocupación incluida, hasta que llegó. De manera impensada aunque no por eso menos lógica. Se puede decir que tuve suerte si se quiere, pero como la suerte no existe es posible explicarlo de otra manera: en algún momento, en algún lugar, dije las palabras justas en el momento indicado a la hora señalada enfrente de la persona correcta y esa persona, a la hora de decidir por el puesto que hoy tengo pensó en mí. Así de simple. ¿Por qué pensó en mí? Por todo lo expuesto anteriormente y porque tenía que pensar en mí en ese momento. Comprendo si parece una explicación algo sacada de los pelos y carente de lógica pero es absolutamente cierto. No hay mayores méritos, por así decirlo.

10.4.12

Joaquín

Ricardo Gutman

I
Las herramientas que el ser humano implementa con tal de ganar dinero son muchísimas. El arte de convertir atractivo algo y venderlo es quizás una de los tesoros más preciados, tanto como encontrar un nicho de mercado. Algunos de ellos tienen sus efectos inmediatos y son copiados por la mayoría hasta hacerse costumbre, cagando cualquier nicho de mercado y posibilidad de crecimiento. Por poner un par de ejemplos, la fotocopiadora en San Cristóbal durante los 90. Otro de ellos es el de la cena show. De los dos, el que me rompe soberanamente las pelotas es el show musical a la hora de comer. Es algo que no soporto, sobre todo cuando se pasan de mambo con el volumen de los amplificadores y hacen que la comida te haga explotar los intestinos. La cosa se complica y empeora si el cantante desafina, cosa que ocurre la mayoría de las veces.  Es por eso que cuando voy a comer a algún lado me fijo de que no haya escenario. Si ya hay una banda tocando automáticamente me espanta. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que te toquen mientras comés cuando no querés que te toquen. Que te obliguen a escuchar algo que no querés cuando precisamente te sentaste ahí porque no había show. Es muy lindo todo y comparto que haya que apoyar a los artistas locales y al folclore nacional pero por mí te podés meter el siku en el centro mismo del orto si me venís a romper las bolas cuando como. Y menos cuando estoy sentado. Me importa tres pitos que sea una práctica burguesa de alimentación. Quiero comer tranquilo la concha de tu hermana. No sé si soy claro.

II
Al tipo ya lo habíamos visto la última vez que pasamos por Capilla. Seguro que hace años que está en el lugar, es deber reconocer que el nuevo en Capilla soy yo. Estaba un poco más gordo si se quiere la última vez que lo vimos. O más alegre. De todas maneras llama la atención, al menos los primeros dos minutos. Para muchos es más que suficiente. Supongo que para él también. No tengo idea como se llama pero lo bautizamos Joaquín. Aramos dijo el mosquito, digo lo bautizamos por haber estado en el mismo momento en que el Ale le puso el nombre. El nombre no salió de mi cabeza. Para mí era el flaco de la peatonal de Capilla. Como tantos otros flacos de la peatonal de Capilla. Le puso Joaquín porque la primera vez que lo escuchamos estuvo tocando canciones de Sabina cada vez que lo cruzamos. Y cuando lo volvimos a ver terminaba de cantar Contigo y empezaba 19 días y 500 noches. Todas sonaban igual.
Sin temor a ser exagerado y con la tranquilidad  que me otorga la sinceridad es deber decir que como músico Joaquín es horrible. De hecho es muy malo tocando, tan malo como cuando canta. Toca muy mal, o al menos toca como se le canta. Todas las canciones suenan igual en su guitarra, desde Loco tu forma de ser hasta Cantares. Y la voz que tiene hace que hasta incluso yo con mi voz de graznido perpetuo parezca afinado. Desde que lo vi lo destrocé en críticas, no sólo por su aspecto, que hasta podría calificarse de pasayesco, sino por la poca prestancia para cantar. Sentencié que era horrible, cosa que musicalmente hablando de hecho es, y por lo bajo pensé que este tipo estaba quemado de tanto faso para hacer lo que hacía. Digo por lo bajo aunque es muy probable que lo hay hecho a viva voz y ahora no lo recuerdo y hasta me haya reído de mi ocurrencia. Me faltó el dedito índice apuntando para arriba.

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