27.6.12

Quizás por eso eran tan grosos mis abuelos


Original. El diario alemán Bild publicó una tapa totalmente a mano, una costumbre que vamos perdiendo a manos de las nuevas tecnologías de la comunicación. Y no es cosa menor. No es casualidad que en la escuela te enseñen a escribir en manuscrita cursiva. Si lo pensás bien una vez que salís de la escuela no hay lugar en que se use la manuscrita cursiva para comuinicarse. Muy pocos son los que la usan. Lo más conocido es el logo de Coca-Cola. Y porque ustedes no vieron como escribía mi abuelo Antonio. Una maravilla. Al Tonico en su escuela no sólo le enseñaron a escribir en cursiva manuscrita sino que también le enseñaron caligrafía. Mi abuelo te dibujaba la letra, cuarenta y cinco grados a la derecha. Era hermoso verlo escribir, los trazos precisos, ligeros y estéticos. Podría haber sido esgrimista si hubiese querido. Don Gutman escribía poco si lo comparamos pero igual de prolijo que el Tonico. Cuarenta y cinco grados a la derecha. Siempre ibas a entender lo que te decían.
Escribir en cursiva reporta beneficios que la mayoría de nosotros nunca conoceremos, salvo que curses la carrera de docencia y aprendas la importancia de la cursiva. Resulta que en esos años escolares, sobre todo los primerizos, escribir en cursiva es importantísimo, básicamente porque fomenta el desarrollo psicomotriz y la actividad cerebral. ¿Cuál es la relación? El desarrollo psicomotriz, la capacidad de escribir en cursiva, es un signo de la actividad cerebral de la persona. Quizás por eso mis abuelos eran unos grosos.        

12.6.12

Algo así


No te enamores nunca de Cathy Earnshaw



Ricardo Gutman
La lluvia finita que se mete en todo. No parece pero hacía calor. La garúa refresca. Y yo con campera, porque no sé como vestirme. Viene de hace tiempo, desde que me quedé en la ruta, varado, y me morí de frío por hacerme el guapo. Todo el día en la ruta, con alpargatas y un sweater. Llegué con lo justo, ni para volver a Santa Fe tenía. En el bolso estaba la ropa sucia, que fue la que terminó abrigando. No hubo lugar donde no haya buscado un recoveco y no hubo lugar del que no me hayan echado. Mi vieja llegó con Carlos en el auto a eso de las once y media de la noche con sandwiches y calefacción  No sé si habré hecho diez kilómetros cuando me di cuenta de que iba en auto, comiendo, recostado atrás, cómodo, con calefacción. No habían pasado ni diez minutos, no habíamos cruzado Manucho y yo ya me había olvidado del frío que pasé. Me dije no olvidar lo que pasé ese día. Para aprender. Desde ese entonces prefiero morirme de calor que morirme de frío.
Como ayer domingo, que no sabía si sacarme la campera o no porque cualquier vientito que anda dando vuelta me deja en cama. No sabía si en la Sociedad Italiana venderían café con la película, y eso en verdad me comía la cabeza. Hace rato que tengo ganas de un café. Saben a lo que me refiero. Raro que aquí haya algo para hacer un domingo. Acá es muy raro todo. Usualmente la gente se queja de que no hay nada pero cuando hay algo no lo aprovecha. Como ayer a la tarde. Cumbres Borrascosas en la Sociedad Italiana. La primera, con Lawrence Olivier. Cine un domingo lluvioso. Éramos diez, como mucho. Me parece que estoy siendo generoso. Y yo que estaba pensando seriamente en poner un sala de proyección, humilde, chiquita, que abra los fines de semana, dos funciones, una para chicos. Pensaba. Si esto, que no cobra entrada, que es una colaboración, que es una actividad cultural, convoca a diez no me quiero imaginar si se lo encara de una manera más comercial. No es lindo hacer algo y que no te funcione. No sé.
Es la historia de un amor como no hay otra igual. Supongo, solo supongo, que la mayoría de la gente sueña con vivir historias de amor de novelas, historias entre heroicas e imposibles, historias que otros admiren, anhelen, envidien. Porque es inscripto que si la dificultad en el amor, en la relación más que nada, es grande y se hace todo lo posible por saltearla eso eleva la densidad del amor. Y eleva a los inmersos en la historia. Lo cierto es que la mayoría de nosotros no tiene ni las más mínimas ganas de renegar ni el diez por cuento de lo que se reniega en las novelas mexicanas. O en Herederos. Entre otras cosas porque nadie tiene la certeza de que va a terminar bien, como si ocurre en las novelas mexicanas.

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