26.2.16

Blanco

Blanco.
Últimamente todo se está poniendo blanco.
Cómo el anuncio de una lluvia.
De un tiempo a esta parte se me olvida todo. Al parecer no soy el único. Hago como si no ocurriera pero me pasa al igual que muchos. Algunos me lo dicen, a otros se les nota. Yo hago como si todo siguiese la misma rutina. Compré un llavero con un gancho cromado que llevo religiosamente en todos los pasadores traseros derechos de todos los jeans. Los fines de semana, cuando estoy de entrecasa, es fija que pierdo la llave. Debe ser un síntoma, cómo si estuviésemos dentro de un vapor medio viscoso. No es necesario que nadie nos diga que estamos bajo el efecto de algún sopor cósmico que nos distrae de lo real. Lo sabemos, lo real es lo que se ignora. No hacen falta trompetas celestiales que anuncien la verdad. No nos importa. De hecho hemos inventado más de un recurso para reforzar esa situación. Todos los recursos posibles. Porque nos gusta soñar. O nos gusta estar dormidos.
Soñar no cuesta nada. En mi caso, aprender a leer fue más que suficiente. La identificación cuasi patológica con la necesidad de lectura compulsiva produce una paulatina y progresiva identificación con el mundo de las ideas. Quisiera decir que eso es bueno pero sé que no. Hay una separación, un defasaje ahí que no se cierra. Todo se vuelve onírico, no hay nada de acá. Lo que tiene de placentero lo tiene de peligroso. Con el correr del tiempo la memoria me ha hecho tropezar en más de una oportunidad. Al día de hoy la seguidilla de traiciones hace que no pueda recordar acontecimientos que hice la semana pasada, más allá de aquellas cosas que tenga previamente planificadas. No recuerdo lo que dije ni los compromisos que asumí. Olvido contraseñas. Por eso anoto todo. Y en ciertos momentos varios recuerdos que creí inmutables para siempre se doblan y se pegan, se estiran en el tiempo, se borran las fechas y las horas, poniendo en duda la esencia misma de un sentimiento. Por que el recuerdo es eso, una imagen más una emoción de un tiempo que pasó donde la emoción es la que fija la imagen.
Blanco. Todo blanco.
Como un recién nacido.
De mi cumpleaños de seis me queda una foto en la sección sociales de febrero de 1987 de un diario que ya no existe más y una camioneta Duravit que todavía anda por ahí y que no tuve la valentía de jubilar. La foto es cada vez más amarilla y la camioneta sigue con el frente roto, encastrada en alguna esquina de esta casa cada vez más chica. Me acuerdo incluso de cuando se rompió pero no puedo acordarme de la voz de mi viejo ¿Fue el último beso de mi padre el último que registró mi memoria o se despidió antes de irse a dormir, por última vez, mientras yo dormía acurrucado en mi cucheta nueva? ¿Porqué no recuerdo las voces?. Era una noche oscura, neblinosa, con cierta bruma blanca en el aire. Alguien me cargó a los hombros y me fui a dormir del vecino. Ese día fue normal, lo pasé jugando. Llegada la tarde llegó mi madre, se sentó en la mesa y azotó su cabeza contra el mueble. En su mano derecha un cigarrillo llenaba de humo el comedor. Yo seguí jugando. Alguien me informó lo que pasó pero no asimilé la noticia sino hasta varios días después.
Blanco.
Todo blanco.
Como la nieve que nunca vi.
La incertidumbre hace que la vida parezca una película que otro proyecta. Incluso a veces suele ser una mentira. No le digo nada a nadie para que no se preocupen ni opinen pero el riesgo de esquizofrenia se vuelve cada día más real y amenazante. No todos pueden ser John Nash. Y yo soporto cada vez menos a la gente. La encontré de casualidad, sin esperar nada, fumando en la cocina, un día que volví de trabajar. ¿Eran tan morenos sus cabellos? Me fui acercando poco a poco, día a día. Ella también. No recuerdo el tiempo que estuve pero si sé que fui feliz. Me olvidé de contar y de los aniversarios. Mis días con ella fueron como un domingo a la mañana. Yo creía que esas cosas no podían desvanecerse. Hoy me cuesta recordar su cara. Creo que alguna vez más la volví a ver pero no sé si fue así o si todo eso que viví fue nada más que otro sueño, que otra historia. Todo los planos se entrecruzan y es todo tan confuso que tiendo a creer que todo pasó en realidad, para no andar pensando demasiado. ¿Qué diferencia existe si sólo es una cuestión de tiempo? ¿Fue tan dramática esa despedida? Yo.... la verdad...... no sé si soy real. Sólo recuerdo que era una tarde blanca. Una calle llena de polvo. Y que no quería llorar.

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