28.2.12

Todos los días pasan cosas



Ricardo Gutman


I
No voy a mentir. No tengo porque hacerlo. No voy a hacerle decir a nadie cosas que nunca ha dicho. No puedo recordar la cantidad de personas con las que me he cruzado alguna vez en la vida. No seré tan estúpido como para decir por vos cosas que no dijiste, pero tanto comentario cansa. No diré miles ni millones, ni siquiera diré cientos. Diré, simplemente, que estoy cansado de escuchar a la gente a la gente quejarse. Quejarse de todo. Hacerse problema por todo. Quejarse del mundo, en definitiva.
Parece que la culpa siempre está en otro lugar, en otro. Parece ser que nadie entendió que al mundo se lo hace. No al planeta, a esa entidad biológica que está desde antes que lleguemos y al que tan mal tratamos, no, no hablo de planeta. Digo el mundo, el conglomerado de acciones y pensamientos que manifiesta la especie. Digo la especie porque no quiero decir humanos.  Creo que soy bastante claro. Hemos llegado a un grado tal de ignorancia que ya no discernimos nada. Y lo peor es que estamos orgullosos de eso. Y nos quejamos de eso cuando eso es la manifestación de nuestras ideas. En un rapto de sinceridad habría que hacerse cargo de una buena vez de las cosas que se generan. Es decir, no sé  de qué se quejan, eso es lo que la especie quiere. Si quisiese otra cosa tendría otra cosa. Algo mejor. Infinitamente mejor. Pero hay que quererlo. Y ponerlo en acción. Y dejarse de quejar.
II
Yo soy de los que creen que los milagros pasan más seguido de lo que uno cree. De hecho ocurren milagros todos los días, a cada momento. Soy de los que creen que cambiar de canal con el control remoto constituye un acto de magia inexplicable y un pequeño milagro. Sé que otra gente tratará de explicarme la justificación científica del funcionamiento del control remoto, que de hecho la tiene y de hecho ya lo han hecho, y yo pondré cara de que estoy comprendiendo lo que se me está explicando aunque no entienda un comino de las partículas esas que vuelan en el éter. Entonces yo diré Ajá! con cara de asombro fingido y el sujeto que me lo explica quedará contento de que entendí lo que me dijo y yo habré entendido que ese tipo no entiende mucho de las cosas pero está plenamente convencido de cómo son las cosas. Incluso creerá que ha hecho un bien al mundo al explicar a un ignorante como yo el funcionamiento del control remoto y estaré contento porque él es feliz de esa manera.
Todos los días pasan cosas. Como las del video. La primera vez que ví este video me lo mandó la  Vero Capellino por mail. Y pasó mucho tiempo hasta hoy. El que está a la izquierda de la pantalla, tocando el violín, es Joshua Bell, quizás el violinista más famoso del mundo. El video es un experimento que llevó adelante el Washington Post en el subterráneo de Washington. Joshua Bell tocando en el subte de Washington como un perfecto extraño. La genta pasa, sigue haciendo las cosas de todos los días mientras a un metro de distancia Joshua Bell toca gratis. Si quisieses verlo en acción en los lugares que habitualmente toca tendrías que pagar un fangote de guita. Pero ahora no, está tocando a centímetros y la mayoría de la gente pasa. Casi nadie se entera.
No es necesario conocerlo, haberle visto la cara, haber escuchado un concierto. No se está obligado a saber quién es, nadie está obligado a saberlo más allá de los músicos, que por obligación deben saber estas cosas. Ni siquiera hace falta saber teoría y solfeo. Lo único necesario es quedarse a escuchar la música. Pasan miles y a lo sumo cinco se quedan. De esos cinco la chica que está de frente es la única que sabe quién es Joshua Bell y está plenamente conciente de lo maravilloso del momento. El artista lo reconoce y en un acto acercamiento comparten la gratitud del momento. Dos personas unidas por simples vibraciones de una cuerda.
III
Tal como están las cosas, si Dios se pusiese al lado tuyo es probable que no te des cuenta. Tal como están las cosas Dios pasaría desapercibido. No voy a decir si eso es malo o es bueno, no puedo hablar por otros ni menos que menos decidir por otros. Digo que tranquilamente Dios podría ser Joshua Bell, no sé si me explico, Dios como una música, una vibración, que casi nadie escucha y que está ahí, tan cerca de todos, de miles de sordos que siguen haciendo las cosas de todos los días y que creen que Dios es algo tan ajeno a ellos que no puede estar en la estación del metro tocando un violín. Eso es no saber ver, disculpen que lo diga así. Después de eso no tiene sentido quejarse.

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