12.6.12

No te enamores nunca de Cathy Earnshaw



Ricardo Gutman
La lluvia finita que se mete en todo. No parece pero hacía calor. La garúa refresca. Y yo con campera, porque no sé como vestirme. Viene de hace tiempo, desde que me quedé en la ruta, varado, y me morí de frío por hacerme el guapo. Todo el día en la ruta, con alpargatas y un sweater. Llegué con lo justo, ni para volver a Santa Fe tenía. En el bolso estaba la ropa sucia, que fue la que terminó abrigando. No hubo lugar donde no haya buscado un recoveco y no hubo lugar del que no me hayan echado. Mi vieja llegó con Carlos en el auto a eso de las once y media de la noche con sandwiches y calefacción  No sé si habré hecho diez kilómetros cuando me di cuenta de que iba en auto, comiendo, recostado atrás, cómodo, con calefacción. No habían pasado ni diez minutos, no habíamos cruzado Manucho y yo ya me había olvidado del frío que pasé. Me dije no olvidar lo que pasé ese día. Para aprender. Desde ese entonces prefiero morirme de calor que morirme de frío.
Como ayer domingo, que no sabía si sacarme la campera o no porque cualquier vientito que anda dando vuelta me deja en cama. No sabía si en la Sociedad Italiana venderían café con la película, y eso en verdad me comía la cabeza. Hace rato que tengo ganas de un café. Saben a lo que me refiero. Raro que aquí haya algo para hacer un domingo. Acá es muy raro todo. Usualmente la gente se queja de que no hay nada pero cuando hay algo no lo aprovecha. Como ayer a la tarde. Cumbres Borrascosas en la Sociedad Italiana. La primera, con Lawrence Olivier. Cine un domingo lluvioso. Éramos diez, como mucho. Me parece que estoy siendo generoso. Y yo que estaba pensando seriamente en poner un sala de proyección, humilde, chiquita, que abra los fines de semana, dos funciones, una para chicos. Pensaba. Si esto, que no cobra entrada, que es una colaboración, que es una actividad cultural, convoca a diez no me quiero imaginar si se lo encara de una manera más comercial. No es lindo hacer algo y que no te funcione. No sé.
Es la historia de un amor como no hay otra igual. Supongo, solo supongo, que la mayoría de la gente sueña con vivir historias de amor de novelas, historias entre heroicas e imposibles, historias que otros admiren, anhelen, envidien. Porque es inscripto que si la dificultad en el amor, en la relación más que nada, es grande y se hace todo lo posible por saltearla eso eleva la densidad del amor. Y eleva a los inmersos en la historia. Lo cierto es que la mayoría de nosotros no tiene ni las más mínimas ganas de renegar ni el diez por cuento de lo que se reniega en las novelas mexicanas. O en Herederos. Entre otras cosas porque nadie tiene la certeza de que va a terminar bien, como si ocurre en las novelas mexicanas.

Cumbres Borrascosas, la película, es de esas historias. Amores enfermos que pueblan la imaginación de las señoritas que solo piensan en casarse. Amores melodramáticos, tortuosos, enfermos. La película justa para la tarde del domingo. La película es de 1939 y ganó el Oscar a mejor fotografía, premio más que merecido. Cumbres Borrascosas es la historia de amor entre un resentido y una histérica en la Inglaterra victoriana. Básicamente el resentido se enamora de la histérica que lo rechaza por motivos superficiales más que valederos para una chica como esa (el resentido no sólo es pobre, situación que la pinta jodida, sino también huérfano) pero se da cuenta de que lo ama cuando ya es tarde porque el tipo se toma el palo a caballo en medio de una noche tormentosa al escuchar la mitad del discurso, en esas escenas preparadas como para una tragedia griega. Cathy Earnshaw, la superficial en cuestión, sale a buscarlo en medio de la lluvia pero hasta ahí no más porque al parecer no tiene estado físico, queda perdida en medio de la montaña, a merced del clima tormentoso y termina en la casa de una familia amiga y se termina casando con el un enamorado que pertenece a esa familia.
Que me hizo comprender todo el bien todo el mal. Pero esto no es todo. El enamorado se fuga en medio de la noche como pordiosero y vuelve, años después, hecho un caballero. Es así que nos enteramos Heathcliff, tal es el nombre de nuestro protagonista, ha estado en América todos estos años y ha amasado una fortuna considerable, lo suficiente para adueñarse de Cumbres Borrascosas, el establecimiento donde se criaron los dos protagonistas, pagarle las deudas de juego a su antiguo patrón y denigrarlo el resto de su vida.
El resto de la historia se debate entre la histeria de ella y la sed de venganza de él, hasta que ella muere en brazos de él ante la mirada del marido de ella, que no sé porque no le rompió la nariz a patadas a Heathcliff, que no solo le arrebata a su mujer sino que encima lo hace en su casa. Para mí que Edgar Linton es muy bueno. Lo dejo a tu criterio.
Que le dio luz a mi vida, apagándola después, hay que vida tan obscura, sin tu amor no viviré. El resto de la vida de Heathcliff transcurre en una elipsis donde al parecer cada día se vuelve más amargo y triste hasta que el fantasma de ella vuelve a buscarlo, el responde al llamado y muere (un dominado terrible), uniéndose los dos en el eternidad en su castillo que juraron mantener cando eran chicos ahora que son dos fantasmas enamorados que estarán juntos por el resto de la eternidad. O sea que la fidelidad que no pudieron sostener cuando estaban vivos la sostendrán ahora que están muertos. La escena final de los dos espectros caminando de la mano juntos hacia su castillo es antológica, no solo por la imagen en sí si no por el recurso de efectos especiales en esa época. Le faltaría un poco de profundidad pero no se puede pedir más.

II
Te pueden pasar muchas desgracias en la vida. Incluso estudiar Marketing. Y recibirte de Licenciado en Marketing. Y vivir de eso. Pero nunca te enamores de Cathy Earnshaw. No sólo porque tiene un apellido extremadamente difícil de escribir y pronunciar  sino que, como si fuera poco, es absolutamente insoportable. Histérica, superficial, caprichosa, controladora, Cathy Earnshaw es de esas personas que es mejor tenerlas lejos. Bien lejos. Una malcriada. Insoportable.
Al parecer Heathcliff estaba destinado a sufrir. No sólo era huérfano, pobre, explotado y discriminado por ser supuestamente gitano sino que encima, desde chiquito, tenía que enamorarse de Cathy Earnshaw. Un destino signado por la yeta.  
Mujeres como Cathy Earnshaw son una molestia eterna, un vicio para ciertos Heathscliffs que andan por ahí. Mujeres que no saben porque son hermosas pero que a la hora de vivir lo único que hacen es ser hermosas. Y en el medio hay pobres tipos como Heathcliff, que creen que la vida ha sido demasiado dura con ellos y que es precisamente ahora, cuando conocen a una mujer hermosa, cuando la vida les empieza a sonreír. No te enamores nunca de una Cathy Earnshaw. Está lleno. Vas a perder. Pero perder mal. Uno puede enamorarse y sufrir un tiempo, pero nunca dura mucho. Uno se da cuenta de que no tiene sentido sufrir por amor porque el amor no tiene nada que ver con el sufrimiento. De hecho el amor es otra cosa, algo que no tenemos ni la más remota idea. Pero la mayoría de la gente supone que los grandes amores son más o menos así. Como si el camino a la felicidad estuviese plagado de sufrimiento, dificultades y minas caprichosas. Eso parece más una conducta sadomasoquista que otra cosa. Mujeres como Cathy te van a arruinar el resto de la vida, como de hecho hizo nuestra protagonista en cuestión con el pobre de Heathcliff.
No es misoginia. Existen mujeres maravillosas, que nos revelan por dentro y nos hacen mejor personas de lo que alguna vez pensamos ser. Mujeres que te hacen crecer. Está lleno de mujeres así aunque la mayoría de las veces nos pasen al lado y ni siquiera seamos lo suficientemente avispados como para darnos cuenta. Sé muy bien que en lo que llevo de vida he desperdiciado más de una ocasión con personas valiosas. Pero existen las Cathy Earnshaw y ninguno está a salvo de mujeres como esas. Usualmente son las que te mueven la pelota porque a todos alguna vez en la vida una mina nos ha movido la pelota y no supimos que hacer. Y al no saber que hacer la mayoría de nosotros ha hecho pelotudeces. Y por hacer esas pelotudeces la mayoría de las veces nos perdemos las mejores experiencias.
Mujeres como Cathy Earnshaw producen, en definitiva, hombres como Heathcliff, que viven 40 años de su vida sufriendo por un amor histérico, que nunca se decide por nada pero que mantiene en vilo al otro. Hay un gozo sádico que Cathy disfraza en tristeza e imposibilidad. Su cuñada Isabella (que luego transforma a Heathcliff en cuñado de Cathy al casarse con él, hecho que demuestra que están todos para el psiquiatra en esas cumbres) es la que le canta la justa: mientras ella está enamorada de él Cathy sólo quiere tenerlo a sus pies deseándola el resto de su vida mientras es la señora de Linton. Pro ella lo va a hacer feliz. También están estas mujeres, las que se creen omnipotentes. Mujeres que creen que el valor de la vida es cambiar a un hombre y estar con él todos los días. El resultado de todo es previsible: Cathy les jode la vida no sólo a Heathcliff sino a su cuñada que no puede ocupar un lugar en el corazón de Heathcliff; sufre como una perra, se esfuerza a más no poder para transformar esa vida gris y llena de odio en la que se han convertido los días de Heathcliff pero el tipo termina transformándola en un ser triste, cómo él. Energía tirada.
Ni hablar del pobre marido, el señor Linton, siempre con cara de latente cornudo consciente. Latente porque la película nunca muestra que Cathy le haya sido infiel a su marido, que siempre estuvo al tanto de la situación pero que al fin y al cabo terminó casándose con Cathy porque estaba buena, hecho que sólo confirma la perversión y la histeria en la que se movía la protagonista y la superficialidad de su marido, acorde a su mujer. Salvo la escena en la que ella muere. Te la regalo llegar a tu casa con tu esposa moribunda y cuando entrás al dormitorio (sí, al dormitorio, a tu dormitorio) está el carancho éste con tu mujer en los brazos y vos mirando. Cathy se encargó de joderle la vida a todos mientras ella bordaba, que era lo único que hacía.
Alguien dijo que esas son historias de amor. Si el amor es una extraña tirantez entre sufrir por otro mientras intento con todas mis fuerzas hacer sufrir al otro para que sienta lo que he sufrido, discúlpenme, pero yo paso.

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