15.10.10

Honrar la historia



Ricardo Gutman


Ya está che, córtenla de una buena vez. Les pido encarecidamente que bajen un cambio. Se les está yendo la mano, están razonando fuera del recipiente. Esto no está bien. Se fueron de mambo muchachos. Todos. Los Coyas, los Patagones, los docentes y los padres también. Reconózcanlo. Cada uno lo que le toca. Esto no ocurre porque sí ni es casual. No son hechos aislados producto de una mente perversa. Lo perverso ocurre y se desarrolla cuando hay un contexto, un caldo de cultivo que lo favorece. No sé quien lo empezó, no se coman lo que ven primero. Acá pasó algo y es grave porque lo que hacen cuando lo hacen repercute y encima no es la primera vez que ocurre. Por favor bajen un cambio porque esto ya no da para más. Sin más preámbulos: la están pudriendo mal.

Coyas y Patagones es una tradición que es difícil de explicar. Si alguien viene de afuera a vivir a San Cristóbal (algo que todavía pasa) hay que explicarle que es esa costumbre de competir entre tribus deportivamente y coronarlo con una presentación teatral. Y si le decís que encima hace ya 50 años que se hace menos que menos lo pueden creer. Para el local que nunca se involucró o que fue a otra escuela media que no sea el viejo Nacional ya es una costumbre pero también es difícil de comprender el fanatismo que ello despierta en el que fue Coya y en el que fue Patagón.
Durante un tiempo la tradición fue interrumpida. Quien escribe fue testigo el día que los directivos no dejaron bautizar a los chicos de primer año y cortaron así parte de la historia. Yo estaba en quinto, en el año 1998. El bautismo nunca fue un hecho menor. Además de marcar la pertenencia a una tribu pocas veces te garroteaban tanto como antes de entrar al barro y después de salir del foso hecho una mugre, embadurnado quien sabe en que porquería que a primera vista era barro. Lo que sobraban eran mitos y leyendas sobre ese ritual. Pero no era la muerte. Después te pegabas una duchita rápida con una manguera que había por ahí (si la encontrabas) y te ibas a tu casa. Bandadas de chicos y chicas recorrían las calles de San Cristóbal en medio de uno de los últimos atardeceres de verano, con barro de pies a cabeza hasta llegar al hogar y pegarte un relajante baño de agua caliente que sacaba esa mugre que se te encarnaba en tiempo record, sobre todo en el pelo. No recuerdo que me hayan pegado tanto en mi vida como en mi bautismo. También recuerdo la emoción que tuve al recibir el gorrito Coya que confirmaba mi pertenencia a la tribu de la cual mi viejo había sido cacique. Era el año 1994. En 1999, año de egreso de mi hermano y de la mayoría de mis amigos, posterior a la cancelación del bautismo del año anterior, los chicos se disfrazaron de Coyas y Patagones en la despedida de 5to en señal de protesta porque ese año directamente ni siquiera se eligieron autoridades, menos que menos se hicieron las competencias.
No duró mucho ese impase, si no me equivoco en el 2001 la tradición fue reflotada y como todo resurgimiento lo hizo con más fuerza que antes. Yo estaba en Santa Fe por ese entonces y mi hermana me anoticiaba que Coyas y Patagones resurgía y que la gente volvía a las presentaciones. Cuando volví a San Cristóbal, unos años después,  tuve que volver a ver eso, ya más grande, ya más crítico, haciendo la cobertura para el Cacho, pero al igual que muchos me contentaba con que se volviese a hacer. Pero no sé que pasó que algo empezó a irse de cauce.    
Tengo la tendencia de preocuparme por cosas que a nadie le preocupa, por lo menos a primera vista. Algunos me acusan de tremendista, paranoico, molesto, insoportable, snob, pseudointelectual, y algunos otros epítetos que no vienen a bien nombrar. Reconozco que tengo un poco de todo pero a esta altura de las cosas no vamos a andar negociando cualidades personales con el primero que me las endilgue. Creo que lo que está pasando es preocupante y también sé que no soy el único al que le preocupa. Con eso me basta.
Ya me hice el sota el año pasado y dije lo mismo que todos, repetí las mismas frases hechas. Hasta parecía que todos estaban preocupados. Esto no es nuevo, se venía perfilando desde hace algún tiempo. Primero fue un golpe a una chica, después cualquier cosa alcanzaba para encender cualquier mechita mojada y hacer de eso un incendio. En el medio algún gil creyó que la hoja de chala era el ícono coya y no tuvo mejor idea que estamparla en las remeras. Las cargadas empezaron a subir de tono en las pintadas, el tiempo pasó y de ahí a que una tribu le rompa las cosas a la otra no pasó mucho. Y este año se volvió a repetir.
De acuerdo a mis fuentes más que acreditadas la tribu Coya está acusada de estropearle a la tribu Patagona lo hecho para la clásica presentación. Y la verdad es que es muy triste que eso pase. Una molotov es una molotov, si la dejás quieta, al aire libre, no va a explotar. El problema es que siempre existe algún pirómano que la toma y la tira y entonces en algún lado cae y se prende fuego y después tenemos que ir a apagar el incendio. Quien suscribe no es precisamente el apóstol de los matafuegos pero a esta altura ya se da cuenta cuando va a explotar una bomba y esto se veía venir.
Escribo esto a propósito de la sentada de ayer jueves en reclamo por estas situaciones. Está bien que los chicos se manifiesten y se preocupen pero una sentada no garantiza nada. Es una manifestación, sí, es una toma de posición, sí, pero si no se toman medidas, hechos concretos, es lo mismo que nada. Y si no se asumen las responsabilidades que se tienen esto no va a pasar.
Es por eso que les pido a los pibes, a toda la comunidad educativa en general pero a los pibes en particular, que bajen un cambio. Que piensen en lo que están haciendo. Haciendo estas cosas, apañando a los que las hacen, están poniendo en riesgo real la competencia, de que las suspendan porque no garantizan el más mínimo respeto hacia el otro. No sean peones de un juego macabro que beneficia a unos pocos a los que esta tradición les importa lisa y llanamente tres pitos. No les digo que no compitan con pasión, que no defiendan los colores, nunca en las competencias de Coya y Patagones se jugó a la mancha pero todos sabíamos que después teníamos que volver al curso y seguir con la vida escolar. Porque la vida sigue después de Coya y Patagones.
Compitan, pongan lo mejor de sí, no por ganar, porque ganar no es todo aunque le machaquen la cabeza con eso todo el día desde todos los lugares. Eso lo aprendí el año que me bautizaron, un año deportivamente malísimo porque los Patagones nos pegaron una paliza tremenda. La memoria me puede traicionar pero llegamos a la presentación 90 a 0. No había posibilidad alguna de ganar desde hacía rato. Igual fuimos a la presentación. El tema era el Quijote de la Mancha. Más que los puntos se jugaba el honor. Y ganamos. Y ganar una presentación no tiene precio ni puntos ni es medible en ningún sistema métrico que puedan aprender en clases. Les puedo asegurar que nadie se acuerda de lo deportivo y eso no te lo saca nadie.
Si algo tienen de positivo las competencias es que muestran lo mejor de uno. A pesar de nuestras diferencias, de nuestros problemas con los otros y de nuestras miserias que todos tenemos ponemos lo mejor de cada uno, dejamos de lado esas cosas y apostamos a ganar entre todos, al esfuerzo colectivo, a un triunfo que supera todas nuestras mezquindades. Y eso te hace crecer. Y si perdés te la bancás y analizás porque perdiste y volvés a intentarlo de nuevo pero mejor que antes porque si no entendiste que las derrotas también sirven para crecer y mejorar no entendiste nada nunca. Ese es el espíritu de Coyas y Patagones. Y es su deber mantenerlo.
La historia es eso que pasó antes que nosotros nazcamos y que todos los días hacemos y reformulamos pensando el futuro. La historia no empieza con uno muchachos, es algo que se arrastra desde tiempos inmemoriales y que sin pensarlo se arraiga en nosotros de manera inconsciente, conformándonos, haciéndonos parte de algo mucho más grande que nosotros. Ustedes son el legado, los encargados de continuar la historia, como lo fuimos nosotros y los que nos precedieron. Como legado, como depositarios de una historia muy larga, es su deber mantenerla, transmitirla y mejorarla, lograr esas cosas que nosotros no supimos hacer, proyectarlo de acá en adelante, dejando las cosas mejor que cuando las tomaron porque será muy lindo plantar postes para montar los telones pero a esta altura de los tiempos no se pueden seguir haciendo las cosas como hace 50 años. Y es su deber primordial continuar esta tradición permitiéndole a otros poder vivir lo que ustedes vivieron. Está en ustedes superar estos inconvenientes que empañan la competencia y proyectarse de acá en adelante.
Pero no es solo responsabilidad de los alumnos. A los docentes les pido que encuentren la manera de salir adelante obviando su pertenencia, que existió siempre por diferentes circunstancias, y aporten claridad a los chicos. Entrar en esta espiral no conviene a nadie y solo puede traer retrocesos. De esto sólo se puede salir para adelante, sino directamente no se sale. A los padres le pido que no permitan cualquier cosa, hay límites para todo. Pero a ustedes chicos les pido que bajen un cambio y que por favor honren la historia.

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