22.10.10

Reconstruyendo a los masones de San Cristóbal


Ricardo Gutman

El Enrique está loco, sí, eso ya los sabemos todos. Pero el Enrique es un loco bueno y es bueno que existan personas con la locura de Enrique. Cuando Enrique empezó a recopilar información y datos sobre los masones en San Cristóbal me comunicaba semanalmente los progresos. Sabe, porque me conoce desde que nací, que estas cosas me interesan. Y le prometí que no iba a fallar y que iba a estar ayer miércoles en la Sociedad Italiana cuando presentase la charla sobre los Masones en Santa Fe y particularmente en San Cristóbal. 
Todo comenzó una noche, en la redacción de El Departamental, cuando recibí un mensaje de Guillermo preguntándome si habían existido masones en San Cristóbal. Le dije que iba a averiguar y cuando lo volví a encontrar mi información ya era completamente obsoleta. Para ese entonces Guillermo había conseguido los nombres de unos seis masones documentados en la logia La Forestal en San Cristóbal y una tarde de domingo empezamos a buscar registros fotográficos de simbología masona en los frentes de las casa, en los edificios públicos, algo que dijese, en concreto, que habían estado aquí. 
La pregunta era simple, si aquí habían vivido masones tendría que haber registros de un templo, alguien debía saber al menos la ubicación. Fue así que llegamos, esa misma tarde de domingo, a la casa de don Usen Arta, la memoria viva de San Cristóbal.  Si no lo sabe Don Usen es medio difícil que alguien se acuerde de algo y el hombre no nos defraudó, no sólo nos confirmó la existencia de un templo masón sino que nos dijo que el también había entrado cuando era chico y trabajaba en una distribuidora de azúcar si no me equivoco. Para ese entonces, suponíamos, habían cerrado su templo o lo habían vendido. Los recuerdos y las descripciones de don Usen coincidían con las de un templo masón, incluso algunos dibujos raros que recordaba.  Después el Guille se encontró con Enrique y la fiebre recopiladora del último no paró. Habrá pasado un año y medio por lo menos hasta el lunes pasado.
Pasado el mediodía, el lunes que pasó, 18,  el Enrique me llamó para decirme que pasase por su casa, que tenía varias cosas para mostrarme antes de la charla que estaba organizando en la Sociedad Italiana, la del pasado miércoles, sobre la Masonería en Santa Fe y en San Cristóbal. Le dije que pasaría por la tarde y así lo hice. Cuando llegué Elina Nuñez lo estaba retando. Básicamente le estaba diciendo algo lógico: ante tanta información y tanto testimonio que había conseguido lo mejor era concentrarse en el tema en sí y no irse por las ramas. La discusión duró un rato largo mientras Elina amagaba con irse y el Henry que sumaba algo más a la propuesta, que me traía jugo para que yo no fume y que bufaba por lo bajo porque encima estaba enfermo y el horno no estaba para bollos. 
Como en ese tipo de discusiones la gente suele buscar aliados no se tardó mucho en saber mi posición: Elina tenía razón, el Henry debía enfocarse y quedarse dentro de los límites del tema, más teniendo en cuenta que todavía da para investigar mucho más. El resto de la hora me la pasé leyendo el guión, leyendo algunos testimonios que el Enrique había conseguido y si algún incrédulo salía con un martes 13 en plena charla Enrique podía agarrarse, sin ir más lejos, de un recibo de pago de cuota de la logia del año 1924. Como si fuera poco parece haber conseguido, al menos de palabra, los papeles de venta del terreno donde estaba el templo masón, por Pueyrredón, a la altura de Diozque, entre el INTA y Daj, lo que daría una fecha cierta del fin  de la actividad masona en la ciudad. 
Según lo que pudo conseguir el Henry, hay registros de masones en la ciudad desde el año 1898, o sea, básicamente la ciudad desde sus inicios contó con masones y la traza urbana de nuestra ciudad podría considerarse un diseño masón. No seremos La Plata pero nuestras diagonales le rompen la cabeza a más de uno. 

Para ser sincero, debo decir que fue mucha más gente de la que esperaba. Jorge Cabrera Ibañez fue el encargado de informar los nombres de los masones en San Cristóbal, una extensa lista que sorprendió a más de uno de los presentes. La charla fue amena y muy educativa, la gente participó activamente con preguntas y si no fuera por los compromisos asumidos con anterioridad hubieran retenido a los conferenciantes hasta quien sabe qué horas. Como forma de acreditar la existencia de la Logia La Forestal llegó hasta San Cristóbal luego de mucho tiempo el estandarte que la hermandad utilizaba en sus tendidas antes de que sus cosas fueran mudadas a Santa Fe a la logia Armonía 99, presidida por Daniel Hippolito, otro de los conferenciantes en la noche del miércoles. 
Sé por boca de muchos presentes que varios quedaron con un sabor amargo porque, en definitiva, quisieran haber sabido más de los masones en San Cristóbal más allá de sus nombres. Yo también comprendo esa inquietud pero es de destacar el trabajo de Enrique a la hora de compilar todos esos documentos. 
Si lo que se busca es realizar un trabajo histórico es deber empezar a utilizar esos documentos, esas posesiones de masones sancristobalenses y tratar de ver que nos dicen. El registro de relatos orales por parte de los familiares de estos masones sancristobalenses es sumamente valioso pero se corre el riesgo de quedar en lo anecdótico. Lo que verdaderamente debe hacerse es reconstruir la cotidianeidad de estos coterráneos y ver de qué manera y en qué grado San Cristóbal tuvo influencia masónica, es decir, como vivían estos masones y como se insertaron dentro de su lugar, su influencia en las instituciones, su relación con los otros, su ideología política; su historia de vida, en fin. Hay que prevenir, a mi criterio, las generalizaciones directas y las deducciones engañosas, al fin y al cabo no son más que los que Cabrera Ibañez nombró, bajo esas vidas debe girar las reconstrucción de algo olvidado.  
Recuerdo, todavía, las primeras impresiones en esas búsquedas con el Guille, esa sensación de encontrar algo que no se sabía que existía, ese reconstruir primitivo de cierta memoria histórica de la ciudad, bañada incluso de prejuicios y de mi propia ignorancia.  Manotazos de ahogado en sus momentos, algo mucho más consistente a medida que pasó el tiempo, hoy al menos podemos recordar y afirmar que hubo masones en San Cristóbal. De allí en adelante está todo por hacer.  

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