8.9.11

De repente y sin aviso


Ricardo Gutman

De repente y sin aviso, por los pliegues de la botamanga del pantalón, entró un frío cómplice de mi madre que me hizo acordar lo desabrigado que estaba, justo cuando estaba mirando un farol de luz   ( no sé porque lo hacía) pero se convirtió en un improvisado testigo. “ Que chico bien parecido “ decía mi abuela. Si, bien parecido... bien parecido a un semáforo, a un armario, a un poste de luz... ¿cuántas veces decimos cosas así? ¿ por qué hay gente parecida a un poste de luz?.
El Renault 12 me peinó la cola de la campera mientras yo estaba absorto en mis pensamientos siempre tan productivos. Calculé que si no hubiera sido por  la ventisca que entró por la botamanga del pantalón que me hizo correr un pequeño tramo de la calle el auto me hubiera chocado sin ningún problema. Ese es el problema del tiempo y los automovilistas; es solo una cuestión de lógica, de silogismos casi baratos pero que demuestra nuestro grado de subdesarrollo, una cuestión mas o menos así: el conductor mira su reloj; comprueba que esta retrasado y está retrasado porque, confiado en la fiabilidad espacio temporal de su vehículo y su velocidad se da más tiempo para perder en otros lugares; entonces una ventisca parecida a la que hizo acelerar mi paso le recorre toda la médula y aprieta el acelerador, no se conforma, aprieta más, embraguecambioacelerador, rojo, insulto, la misma secuencia otra vez hasta que se encuentra un peatón desprevenido y zácate, una desgracia culpa de un prepotente que no sabe manejar su tiempo. Además la jurisprudencia parece proteger a aquel que posee un vehículo; no así las aseguradoras. Es una cuestión legal y de educación vial muy compleja; tendría que estar en la “C” de la agenda del presidente, la “C” de cuestión de estado.

Compare a la brisa con mi mamá. Quizás por lo molesta, quizás por lo protectora; siempre en el momento justo ( y yo tan grandote ). Le agradecí a mi madre que me haya mandado la ráfaga y mejor que esta vez lleve mayor atención para volver a casa.
Volver a casa. Era como decir que me había ausentado. Nunca me ausente de casa, como si volver implicara extrañar, como si un colchón acostumbrado a dormir solo fuera el agente necesario del deseo de regreso a una casa sin olor a comida, ni siquiera a comida recalentada. Hay veces  en que me quedaría a dormir  en las puertas de un restaurante o a la vera de un carribar, respirando la fritura de las hamburguesas o el vapor de las salchichas. Mi casa no siquiera posee eso. Una casa sin olor a comida no es nada más que algo con paredes parecido a un laberinto; con la diferencia de que creo que en un laberinto sería más difícil encontrar el baño.
Es el calor. En esta esquina de primero de mayo y boulevard pellegrini vengo a encontrar la respuesta. Esa concesionaria de autos no parece precisamente un hogar. Demasiado vidrio, demasiado mosaico blanco, demasiado reflejo borroso y mi casa es casa, no un hogar y las inmobiliarias no alquilan hogares sino casas. Casas, departamentos, tinglados, galpones, salones pero no hogares. Pero no.
Un cigarrillo. Uno solo. Ahora voy a tener que fumar ese tabaco picado y húmedo en pipa. Ni siquiera puedo fumar como la gente en mi casa. El kiosquero no me va a fiar un suelto, pero primero tengo que cocinarme. Y estoy pensando demasiadas boludeces.
Once menos cuarto. Hace una hora estaba en un hogar. Y hace una hora no llovía. Solo una cuadra, menos mal. Tres con cincuenta la pizza. Barata. Seguro que redonda. ¿Qué hago mirándome en los vidrios de la concesionaria? Pareces salido de las cavernas de Platón. No me vendría nada mal en este mismo instante una caverna. Una caverna con un fueguito para resguardarme de la lluvia. Y con una pizza ¡ Quelindo !
Fue por la lluvia. Por la lluvia estaba mirando el farol de luz. Las fascinaciones no se explican, y a mi siempre me fascino mirar las gotas de lluvia. ¿ qué beso de que gota preferirá el farol?. Todas lo besan igual, todas parecen consumirse al chocar con su calor, pero hay gotas que no le importa. Todas lo besan como el chorro de agua que sale de la pava a la bifera y todas terminan igual que ese chorro de agua. Pero no les importa. Pero no. Y hace tiempo que no me besan así. Y tengo que cocinarme, mierda. Si sigo así voy a terminar como esas gotitas que no besan los faroles, esas que solo se deslizan por el poste hasta la vereda, esperando que venga un solcito  que las devuelva rapidito a su lugar, antes que terminen en un desagüe maligno. Por que no me quede en ese hogar. Quizás hasta me besaban así. Pero me tengo que cocinar, después quejarme.
La próxima vez voy a alquilar algo con un balcón. Tengo un patio, si. Pero en el balcón las gotas tardan menos en caerte; te besan la cara más rápido. Es como sentirse un farol pero humano. Y no me voy  a olvidar de abrir la boca, así saboreo más rápido el agua de lluvia. Sí, eso.....
Bolsillo derecho. No. Bolsillo izquierdo, roto. A ver los de atrás.... no.... tampoco... ninguno. A ver los de la rodilla... si!... en el derecho de la rodilla la puse. No se para que tantos bolsillos, a lo mejor para estar seguro de que en algún bolsillo estará; seguro por la seguridad de la cantidad, la seguridad de lo mucho, si tengo seis bolsillos diferentes en uno de los seis tengo que tener la llave. Pero la cantidad de bolsillos no asegura nada. ¿Y si tengo los bolsillos rotos? La cuelgo del pasacinto. Conclusión: al pedo tantos bolsillos.
Lo mismo de siempre. Seguro. Hola colchón, hola inodoro, hola anafe. Arroz, solo arroz. Sin queso rallado. Sin salsa. Sin nada. Nunca una sorpresita. Igual de todas maneras tengo que cocinarme. ¿Hace cuanto que no me cocinan? Estoy harto de que las ollas  suden arroz, hasta un pollo sale con gusto a arroz después de cocerlo en mis ollas. Tiene que cambiar el sabor como así.
Me voy a despertar una mañana y va haber dejado de llover. En santa fe es como decir que mañana me levanto y todo fue un sueño, casi imposible predecir cuándo va a terminar una llovizna, pero es lindo imaginarlo.
Pero va a terminar algún día. Algún día alguien. Días en que no se vea otra cosa. El día en que me convierta en caja de Pandora. No. Demasiado egoísta, me guardaría la esperanza. Tampoco ser Pandora. Tampoco tan torpe como Pandora. Son jodidos los humanos, ni siquiera obedientes. Así estamos. Así estamos. Terminar de alguna manera.
Tengo esa esperanza. Ahí. Latente. Algún día Pandora será inteligente, y hasta me case con ella. Quien te dice.

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