25.5.12

Reivindicación del clima

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Ricardo Gutman

I
Debiese darle la razón a todos y dejar de hacerme mala sangre. De última nadie está equivocado, si algo nos han enseñado es que peleamos por imponer sentidos. En cualquier cosa. Hasta en los inodoros. Y que en esa pelea algunos pelean como pueden, con lo que tienen, desde su humilde u opulento lugar. Y que nos gastamos mucho en esa pelea, nos pasamos la vida peleando, incluso cuando creemos que no peleamos. Que lo hacemos como para decir que hacemos algo porque en realidad tenemos miedo de morirnos y no otra cosa. Porque la idea es llegar a un punto de la vida y mirar para atrás y decir está bien.
Nunca nadie piensa cambiar nada de lo que hizo. Fijate que en el transcurso de los años pensás un millón de veces que cambiarías y que no, que sería bueno pegarla al Quini o al Loto y zafar, pararse. Recuerdo hace unos años, cuando te decían que con un millón de dólares te parabas para el resto de tu vida. Ja. Mirá ahora. Con suerte te alcanza para hacer una inversiones y rezar para que no pase nada que haga caer el mercado inmobiliario o algo por el estilo. Pensás un millón de cosas distintas al mismo tiempo para cambiar algo que cuando llegues al final del camino estás contento de que haya ocurrido así y no de otra manera. Porque son muy pocos los que asumen que quizás se equivocaron. Quizás no nos equivocamos nunca y creemos que nos equivocamos constantemente porque nos han dicho que nos equivocamos constantemente.
II
Dicen que los días están horribles. Húmedos, lluviosos, grises, blancos. Para mí están hermosos. Cómo hago para explicar que los días así también son hermosos y que no tiene ninguna diferencia con otros días. Que son días que te dejan vivir. Quien dijo que el calor es mejor que la humedad. Que está para salir a sacar fotos por ahí, meterse en algún puente, fumarse un pucho y mirar como el humo se espesa en la humedad del ambiente; ver como se va, como se diluye entre el cielo blanco cruzado de gris, sin cables ni postes. A lo lejos un árbol, verde todo verde después de haber llovido, cuando todo es más verde. La tierra húmeda. Quién dijo que estos días son horribles. ¿Son horribles porque no se seca la ropa? Ya se secará. Por más que los huesos te pasen factura, no importa, es como todo, ¿cuántas de las cosas que querés te hacen doler? Y seguís, y no te quejás, y si te quejás se te pasa. Como un día húmedo. Como una semana húmeda. El clima es así. No debieses ni de abrir la boca, simplemente deberías dejar que pase. El clima no existe por vos, existe para la tierra. A ver si te das cuenta. Quedarse tirado mirando como la tarde se va yendo en esa especie de tubo blanco en lo que se han convertido los días, días sin nombre, sin horas sin tiempo, una sucesión de días sin nombre, un día interminable sin nombre con luces y sombras y algún que otro color que cambia sin mayor preferencia, el estado de ánimo del universo, que es el mismo y que cambia cuando se le da la gana. Meter el pie en la tierra húmeda, barrosa, entrarse, resbalarse, dejarse ensuciar por el barro que come la suela de las zapatillas. Caminarla. Deslizarse. Reírse con el suéter forrado de gotas de agüita.
III  
No sé si está bien esto que hago. No sé porque debiese interesarte algo. Lo digo con ánimo de pregunta, con todo respeto. No sé porque leerías esto. Habitar un cuerpo es darle sentido a la materia, es más que incluso lo que hacemos todos los días. Mucho más que movernos, comer y reproducirse. Existen millones de vidas que no viviré y está bien que así sea. Existen y quedan millones de experiencias que no me tocarán ni de cerca. No al menos ahora. No seré, ni soy, algo presuntamente calificable. Y no es vanagloria. No puedo. Se me escapa. Mientras tanto recorro el camino y dejo que el camino me lleve. El camino que se recorre es también algo que define. Y en ese camino no hay tautologías ni palabras confusas, ni sentidos cruzados. Es correspondiente y no otra cosa. Recorrer el camino es definirse, o irse definiendo. Confirmación de que se es lo que se es. Y ser lleva a recorrer ese camino y no otro. No son dos cosas distintas, son dos cosas invariablemente acopladas. Elegir el camino lleva a ser. Lo que sea, en ese momento, en ese lugar. Pido disculpas, pero en este momento estoy más interesado en recorrer el camino que en definirme. Fe ciega. El camino define. Y mientras tanto, en ese devenir, soy. Me develo mientras recorro, mientras devengo. ¿Cuál es la necesidad de definirse, de estancarse?.
IV
Jugar. En el charco mismo, lleno de barro y agua, con los pastos pegados en la cara. ¿Que necesidad de preocuparse por las funciones que se ocupan en la vida si en definitiva no son nunca las mismas? Si la vida es la constante, las funciones son la variable. No hace falta que lo explique, es tan fácil que hasta un adulto puede percibirlo. El problema es que lo acepte. Los niños ya lo saben, por eso juegan. Juega como los chicos, a ser astronauta, a ser bombero, enfermero o piloto de autos. Juega a lo que quieras. Pero no olvides volver. Porque no eres más que lo que vuelve en el momento que dejas de jugar. Como los niños, que vuelven a ser niños cuando dejan de ser lo que jugaban a ser.  
V
Si por mi fuese, jugaría toda la vida a la rayuela. Es impresionante la cantidad de versiones que tiene ese juego. Hasta un libro. Yo jugaría, pasa que los chicos ya no quieren jugar conmigo. Dicen que estoy grande.
VI
Entre todas las cosas que me puedan tocar, entre todas las variantes de la misma situación, espero que la valquiria que me lleve lo haga cantando. Ojalá que la valquiria tenga la voz de Bjork, la voz de una nena de cinco años que hace música jugando y que me lleve así, como quien quiere la cosa, jugando, una tarde como la de hoy.

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