2.6.11

Pobre, pobre Alex




Ricardo Gutman
@rickygutman
Ayer se cumplieron 40 años del estreno de A Clockwork Orange, una obra monstruosa del cine hecha por otro monstruo del séptimo arte, Stanley Kubric. Tristemente no es una película que circule por las agendas de los canales de televisión y eso dificulta su acceso. En lo personal nunca la he visto en TV y mi acceso a ella se dio gracias a Internet y al Guille. Que sería de mi cultura cinéfila sin el. Que sería de nosotros sin Kubric.
1971. La Naranja Mecánica fue una patada en la cabeza al común de la gente, un relato cortazariano distópico de la realidad que muestra aquello que sabemos que está pero lo pasamos de lado, no por nada suscitó tanta polémica. Los simplistas acusaron a la película de alentar conductas violentas como siempre ocurre entre los exegetas funcionales que tratan de llevar el agua para su molino. O para el molino ajeno si no les conviene.

Polifónica, la mayoría ha tratado de desmenuzar el mensaje del film de acuerdo a pistas o leves indicios incluidos en la trama, aportando desde la desmembración si se quiere quitándole riqueza al mismo tiempo. Es que la película es todo al mismo tiempo, es tan coherente con ella misma que asusta, es tan rica en significados que marea. Siempre me quedó la intriga de cómo será el libro de Anthony Burguess (que apellido), nunca lo pude conseguir. Soy de aquellos que creen que los libros son mejores que las películas por una cuestión de soporte y todo lo que ello acarrea, el guión cinematográfico debe sintetizar al literario en pos de una comprensión apurada por el tiempo y la imagen. Creo que en este caso solo consigue darle mayor fuerza. Si alguien toma nota pueden regalarme el libro para mi próximo cumpleaños. Eternamente agradecido.
Los clásicos tienen siempre la misma característica: son extemporales. Por más que se hayan hecho 200 años atrás su significado, su resonancia, puede aplicarse a cualquier época. Son esas obras que te dicen cosas nuevas o que te entregan otros significados independientemente del contexto histórico. Eso es trascender. A Clockwork Orange fue filmada en 1971, bien podría haber sido filmada seis meses atrás. Es tremendamente actual porque es tremendamente humana.
En el centro de todo está Alex. Pobre pobre Alex. Los antihéroes nos atraen por ser antisistema, por ser terriblemente coherentes en ese aspecto. Pueden gustarnos o no, eso es otra cuestión, pero siempre podemos polemizar y discutir con ellos. “Toda gran filosofía ha sido en mayor o en menor medida las confesiones de su autor” dijo Nietzsche, otro antihéroe, y creo que no le erró en nada. Alex nos atrae por ser tan profundamente asistemático, repulsivamente violento, extremadamente coherente con el mismo. Alex es profundamente nietzscheano en ese sentido. Y con el diario del lunes uno puede sentir esa lástima por Alex. Antes no. No al menos al principio.
Alex DeLarge carece de algún filtro de la cultura. Alex no tiene civilización. Alex es profundamente humano en tanto que Alex es profundamente primitivo. Impulsivo, agresivo, dominante, autoritario, el grito primal que el adolescente emite es una burla y al mismo tiempo una verdad. Parece decir algo parecido a “ustedes soy yo, no se escondan”. Alex es un ser natural, el ser humano en estado primitivo. Ser epicúreo por excelencia. Incluso el mismo se siente superior al resto, manipulando a sus padres y a sus drugs. Esa violencia, esa superioridad le da la sensación de omnipotencia y Alex se maneja como omnipotente. Pero Alex se olvida que es humano.
Y todo lo que lo rodea es violento. No vale decir aquí que el violento solamente es el adolescente, sino también el sistema. Pasa que la civilización posee formas más refinadas y abarcativas para ejercer la violencia. Hay una escena que resume las líneas anteriores en la cual Deltoid, el asistencia social que lo vista, termina agarrándolo de los testículos. Deltoid detesta a Alex y se lo hace saber, el sistema te odia, no admite competencia. El mensaje es simple y contundente: vayas donde vayas te tenemos agarrado.
Es esa violencia extrema que garantiza su supervivencia, la violencia primitiva, la que lo lleva en definitiva a los límites de la razón. Y paga. Cárcel por asesinato. Adentro lo que Alex fue no sirve, entonces intuye que debe portarse bien, ganarse la confianza del que adentro es como él afuera. Instinto puro. Ahora es un drugs, uno de sus subordinados afuera, el perrito faldero de un cura. Lo único que quiere es salir. Como sea. Importa poco el precio. Y se entrega sin saberlo.
Alex pasa por los dos lados del mundo. Pasa de ser el opresor a ser el oprimido. Se entrega hasta el punto de quedarse indefenso. Este mundo no es lugar para los débiles y el mundo no perdona. Afuera el mundo te espera, la condena no termina en la cárcel. Es ese karma que generó Alex afuera de la cárcel el que se vuelve contra él. Hay que pagar las facturas amigo. En la cárcel Alex entregó su voluntad al sistema. Pobre, pobre Alex. Y Alex se extraña a sí.    
Todo termina en la locura, como siempre terminan estas cosas. El problema de Alex, y del que nunca se da cuenta, es que es un prisionero. Sea por ser como es o por no serlo está prisionero. Como la Matrix que genera la alteración para restaurar el equilibrio, Alex está cercado por el sistema. Es alteración y equilibrio, aunque el crea que estaba afuera de todo. En ese sentido La Naranja Mecánica es una tragedia griega porque la historia de la película es la historia de su protagonista. Donde vaya el mundo le devolverá lo que el le dio, decida lo que decida siempre producirá hibris. Solitario, triste y final. Pobre, pobre Alex. .






No hay comentarios:

on line

Blogger news

Las entradas a tu correo:

Un servicio de FeedBurner