Ricardo Gutman
I
A veces, solamente a veces, me cuestiono algunas cosas. A veces, la mayor parte del tiempo, como la mayoría, no me replanteo un carajo. Y a veces, solamente a veces, me pregunto todo. Esos días, en los que me cuestiono todo, son los peores, porque la cabeza te estalla, las depresiones te saludan desde lejos y el pecho se revuelve como si bailasen rayos eléctricos. Pero también son los mejores porque todo se mueve, el cuerpo te vibra y no te podés quedar quieto un segundo. Son días en los que a río revuelto ganancia de pescador. Y sólo hay uno que gana si uno es su propio río y su propio pescador. Su propio pez. Y hasta su propia caña.
Pasa con los lugares, los espacios, las geografías. Es sabido que todos los lugares que conocemos nos han precedido y que no nos han llegado a nosotros de manera original sino que en su devenir han cambiado. Y mucho. No por eso deja de ser el mismo lugar. Sería estúpido negarlo porque sería negarse a sí mismo, porque sería más o menos afirmar que uno no es el que fue ni el que es. Biológicamente hablando. Uno no es el mismo toda la vida y al mismo tiempo lo es. Es raro de explicar pero no tan difícil de entender.
Usualmente la gente no se cuestiona si está demás en un lugar. Llega y lo habita. Ya al habitarlo lo transforma. Y al transformarlo lo modifica. Pero nunca se cuestiona si está demás en un lugar, si su presencia es necesaria o determinante para el lugar. Determinante seguro pero no sé si necesaria. El individuo siempre se instala. Ni siquiera pide permiso. Y muchas veces no sabe para qué. Distinto es el caso de los pucarás, como el de Tilcara, donde las casas no tienen baño. Se supone que había un baño comunitario donde la comunidad hacía sus necesidades. A nosotros puede parecernos hasta asqueroso está costumbre, lo cierto es que dejaron el terreno mejor de lo que encontraron cuando se fueron.
II
Los días esos en los que me cuestiono todo me cuestiono todo. Hasta estar. Hasta el hacer. Suelen comenzar como días comunes. De hecho hasta pueden transcurrir como días comunes. Pero en un segundo la cosa cambia. Pueden empezar a cualquier hora, en cualquier momento. Un movimiento aparentemente azaroso, descuidadamente vincular, conecta. Un pase mágico de segundo plano. Un flash de zapping.
De tanto mirar Rial se me fue corriendo el eje de lo que es un artista. Y eso que no empezó Marcelo. Resulta que ahora cualquier coso que actúa es artista. Hasta las modelos se convierten en artistas si se suben a un escenario. Pareciera que el escenario los transforma al toque. De la misma manera hay millones de cosos que no se suben a los escenarios y que se creen artistas. Por el simple hecho de hacerlo. Se perdieron una parte de todo. Pero es más que nada la pose. No sé si se la creen. No puedo afirmarlo. Pero les encanta llamarse artistas.
Después está el otro lado, el lado oscuro de la fuerza, las cofradías esas que delimitan todo y se erigen como jueces de lo artístico. Por lo general para estos grupos pocos son artistas. De hecho los artistas son los mismos de siempre. Y por lo general son amigos. Son amantes de los espacios culturales establecidos y reconocidos. Snobs, de última. También les encanta la pose. Y sobre todo demostrar. Por lo menos si no son artistas al menos deben demostrar que saben de arte. Y en todo son refinados. Y rebuscados. Y barrocos. Y rococós. Y redundantes.
Ambos bandos tienen algo en común: los dos quieren trascendencia. De distintos modos. De distintas maneras. Por distintos medios. Todos quieren exposición. Ser conocidos. Queridos. Admirados. Sobre todos admirados. Que le acaricien el ego y le digan al oído que groso que sos. Es ese su talón de Aquiles. Nuestro talón de Aquiles.
III
Entonces, como te venía diciendo, de tanto ver Intrusos empecé a creer que una modelo es una artista. En un momento Jorge manda el corte y yo cambio de canal, sin querer, a I-Sat. Usualmente cambio a I-Sat cuando no encuentro nada en los otros canales. Cuando los demás no tienen nada I-Sat tiene algo copado. Estaban pasando un documental, Bomb it, sobre los artistas callejeros del graffitti en el mundo. El documental incluía historia del graffitti, sus comienzos en Nueva York y su diseminación al mundo. Entonces aparece Zezao, un tipo que hace grafitis en las cloacas de San Pablo, en uno de los lugares más contaminados del mundo. Los desagües son su galería y el dibuja ahí. A metros vive una familia muy pobre. Amigos a esta altura. Ellos son los primeros que ven las obras. ¿Quien iría a ver una obra en ese lugar, en medio de los desechos donde nadie quiere mirar, en medio de los olores más nauseabundos que puedas haber olido en tu vida? Y ese tipo pinta ahí. Y trasciende. Y es precisamente un tipo como Zezao el que te pega una patada en la cabeza y te hace ver lo que es un artista. Ahí está la diferencia, la medida de las cosas. Una vara como otras tantas quizás, pero una referencia al fin. Eso es un artista. El resto, disculpen si ofendo a alguien, es cartón pintado. Y papel satinado
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